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El policía de barro

Ricardo Pardeiro pasea por la zona centro de Madrid entre prostitutas, toxicómanos, extranjeros ilegales, vecinos en cruzada por la decencia y monjas. Todos ellos le conocen por Richi o don Ricardo, y saben que lleva pistola.No suele pasar sus ratos libres en sitios de mal vivir porque, cuando entra, "aquello se queda vacío como en las películas del Oeste". Con 46 años, para él sólo existe "la Ley de Enjuiciamiento Criminal en una mano, el Código Penal en la otra y, en medio, la Constitución". Sabe de las dificultades de las prostitutas con sus clientes, los nombres de los toxicómanos que van cayendo por sobredosis y los problemas de las monjas de la calle de la Ballesta, asediadas por un ambiente nada angelical.

"Don Ricardo, ahora ya sólo me meto 2.000 pesetas al día", explica un ex barrendero de 25 años que es heroinómano desde hace ocho años, mientras toma el sol en la plaza de los Héroes del Dos de Mayo, repleta de jóvenes enganchados al fracaso por vía intravenosa. El policía asiente con desencanto, y no le recomienda que vaya a un centro de desintoxicación porque sabe de sobra que todos están repletos.

"Yo lo único que les pido es que no me dejen las jeringuillas en la plaza, porque esto está lleno de colegios, y a los niños les gusta mucho jugar a los médicos y se pueden pinchar", explica en tono paternal. Y es que Pardeiro no quiere cambiar el mundo, sólo pretende "humanizar las miserias".

Pardeiro, después de ser inspector de noche de la zona Centro durante cuatro años, sabe en qué mundo vive. Por eso ha sido el impulsor de la Asociación de Prostitutas, que está revolucionando el mundo de los macarras y los chulos.

"Los tiempos están cambiando para todas las mujeres, y nosotras ya no necesitamos un hombre que nos proteja como antes", explica Tere, prostituta de profesión. Esta mujer de provincias, una de las fundadoras de esta asociación, que cuenta con un centenar de socias, sabe que el inspector jefe de Centro les ha ayudado mucho, aunque su comportamiento no le ha hecho variar su opinión sobre la institución policial. "Cuando llegan, ya es demasiado tarde, si es que llegan".

La prostituta recrimina a Pardeiro por no cuidar su vocabulario cuando se refiere a la actividad que ella ejerce. "No seas tan animal y tan brusco. Nosotras, lo que hacemos, es ocuparnos con un cliente", afirma. Ricardo se ríe y asegura que lo importante es que se entienda lo que se dice.

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En medio de un barrio de 180.000 habitantes censados, pero con una población total entre trabajadores y visitantes cercana al millón, Pardeiro se mueve con facilidad entre carteristas, extranjeros ilegales y drogadictos. Se vanagloria de que con una mirada lo compra todo y sabe si hay o no peligro en un local.

El policía está convencido de que está en la zona más grandiosa de España. "Ya ves tú; aquí está el kilómetro cero de todas las carreteras, los mesones, los cines, las discotecas de moda, la plaza Mayor, los grandes almacenes, la plaza de Chueca, la del Dos de Mayo, el Ministerio de Asuntos Exteriores... Todos los turistas que vienen a Madrid pasan por aquí".

Después de haber abandonado la noche, Pardeiro se dedica a la seguridad ciudadana y, de manera especial, a prevenir a los alumnos de los colegios, que en este distrito policial están ubicados en medio de la movida.

Julián Vicente Pérez González es el director del instituto de Isabel la Católica, en la calle de Barceló, donde estudian 500 niños. "Al principio me hartaba de llamar al 091, porque desde los ventanales del colegio se veía a los que se pinchaban a pleno día en la plaza del Arquitecto Ribera. Ahora por lo menos hay menos jeringuillas, y la policía vigila las salidas de los estudiantes", dice.

La madre superiora de la comunidad de monjas del colegio Purísima Concepción, situado en plena calle de la Ballesta, explica muy apresurada, mientras recoge sus maletas para irse de viaje a Roma, que están tranquilas, aunque reconoce que oyen todo tipo de cosas y ven todo tipo de intercambios desde sus aposentos.

"Pase lo que pase en la calle, sabemos que nuestras 435 niñas están seguras en nuestro edificio, y no nos vamos a mover de aquí", asegura desde su isla fortificada, que sus antepasadas de congregación situaron en un lugar convertido ahora en el centro del vicio y de la miseria de la capital.

El presidente de la Asociación de Vecinos de la zona Centro, Javier González, asegura representar "a la gente normal del barrio, que somos mayoría y que estamos hartos de la degradación a la que nos llevan unos pocos".

El presidente de los vecinos, de buena voluntad, ha mandado a sus asociados empapelar sus balcones con un No dirigido al área de descanso para las prostitutas que ha promovido la consejera de Integración Social de la Comunidad, Elena Vázquez. Un centro que, según se ha sabido, estará en la plaza del Ángel.

"Nuestros hijos entran y salen del colegio cruzándose con prostitutas y drogadictos. Nuestros inmuebles pierden valor cuando vamos a venderlos. Y todo porque parece que hay una intención de contribuir a que empeore la zona y de que cualquier experimento se lleve a cabo aquí", explica González mientras desvela que tras su peculiar cruzada moral se esconde una plusvalía.

González, que no se opone a ;la existencia de la asociación de prostitutas -"Nos relacionaremos con ella como con cualquier otra", dice-, intenta, sin embargo, conseguir que no se abra la anunciada área de descanso, "donde lo único que van a hacer es ponerles un psicólogo y un médico para que trabajen más cómodamente. Lo que tienen que hacer es integrarlas", afirma. Lo que el presidente de la asociación vecinal no dice es cómo.

A la salida de la marisquería que posee, se cruza con Ricardo Pardeiro y le saluda diplomáticamente. Del policía prefiere no hablar. "Si sus superiores apoyan sus iniciativas, ellos sabrán lo que hacen".

Los porteros de los prostíbulos y los camareros de las tascas saludan al policía gallego, que al primero que se descuida le cuenta aquello de: "Antes, cuando dos gallegos se cruzaban por la calle, no sabían si uno subía o bajaba. Ahora, no saben ni siquiera si existen las escaleras".

Para Pardeiro, este barrio es un barrio tranquilo, al margen de que el pasado año fueran detenidas 5.645 personas; se incautaran en las operaciones más significativas 83 kilos de hachís, dos kilos de heroína y 650 gramos de coca; se reventaran locutorios telefónicos clandestinos, y se anularan comercios de peristas."Sólo hay que procurar sujetar bien el bolso cuando te paras a mirar un escaparate", aconseja este policía, que esa misma noche estaba invitado a la presentación del disco de una cantante de lujo y atractivo sexual.

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