Calabazas
La cosecha de calabazas se anuncia abundante y sabrosa. Como siempre, por otra parte. Los chicos ya terminan sus exámenes, recibirán las notas y habrá de todo, pero quienes suspendan van a sufrir lo que no está escrito en los papeles.Primero por la rabia que da; despues, por la frustración de haber terminado el curso sin aprovechamiento; luego, por el panorama de un verano hincando los codos; Finalmente, por las reacciones enfurecidas que suelen provocar a la gente mayor los suspensos de la gente menor.
Teóricos de la enseñanza y sus recovecos elucubrarán, no obstante, brillantes disquisiciones sobre la responsabilidad de los padres, de los maestros y del sistema educativo en el fracaso escolar, y a lo mejor a algún chaval le sirven para librarse de un capón, si da la casualidad de que su padre lee semejantes ladrillos y se los cree.
Los chavales saben, sin embargo, que el suspenso suele ser consecuencia de la vagancia, inderendientemente de las responsabilidades dichas, que también cuentan. Lo saben, y bastante tienen con el remordimiento por haber perdido el tiempo durante nueve meses y la preocupación por recuperarlo en tres. Sólo les falta ahora que lleguen sus mayores cargándoles culpas complementarias, restregándoles por el morrete el enorme sacrificio que hacen para pagar los estudios; el veraneo que voló a causa del suspenso; el honor de la familia, humillado con semejante baldón; el ejemplo de Jaimito, que saca matrículas a pesar de ser bajito.
Felicitar a los chavales por la cosecha de calabazas no parece adecuado, eso es cierto, mas organizar un Dos de Mayo y arrancarse las barbas en un ataque de ira son reacciones desproporcionadas a un problema elemental, para el que siempre hay remedio: el mundo no se acaba por un suspenso. En cambio, coger el vídeo y tirarlo por la ventana, pues mira, no deja de ser una idea.
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