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Tribuna:EL FUTURO DEL VIEJO CONTINENTE
Tribuna
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El nuevo paisaje europeo

Los acontecimientos del Este constituyen uno de esos seísmos de la Historia que permiten entrever cuán poderosas son las fuerzas de su magma interno, que reconfiguran la superficie de la Tierra, la superficie de los hechos en que nos movemos los hombres.Tan impotentes quizá como ante los seísmos naturales lo estamos ante los de la Historia. No podemos considerarnos en Occidente triunfadores. No hemos desencadenado el seísmo. Se debe al espíritu de unos hombres a los que por cobardía, resignación o incapacidad hemos dejado solos durante décadas. En el lapso de una vida humana, un sistema en muchos aspectos antihumano no ha podido destruir al hombre ni sobre todo su espíritu. Tal es lo que quedará como lección para la historia.

Los comentarios que siguen se sitúan más allá de la etapa de transición que vivimos, de la fase eruptiva en que poderosas fuerzas subterráneas hasta ahora ocultas están reconfigurando nuestro mundo, no sólo el de ellos.

Los cataclismos geológicos remodelan el paisaje. El anterior deja de ser reconocible. Sucede igual con los seísmos de la historia. Ésta es la visión que, más allá del presente, querría trasladar en estas breves observaciones.

La apertura de los países del centro de Europa tiene trascendencia para España porque cambia -ya está cambiando- nuestro paisaje interior, nuestro paisaje mental. Hasta ayer mismo nuestro paisaje exterior era éste: un planeta dividido en dos bloques. Cada uno dirigido por una superpotencia no perteneciente estrictamente al mundo europeo. Una Comunidad de una Europa limitada, cerrada por el Este y abierta exclusivamente al Oeste. Mirando a Estados Unidos... y a España.

El cambio ha sido drástico. Los bloques se cuartean y hasta pueden desaparecer. Las superpotencias tantean su nuevo papel, sobre todo la Unión Soviética. Europa puede también mirar al Este, y no sólo al Oeste. Se autocentra. Puede ser ella misma. El pas á deux de Francia y Alemania tampoco podrá ser igual. Ni la troika con el Reino Unido incluido.

La Comunidad adquirirá todavía mayor diversidad. Se incorporarán pueblos eslavos y magiares. En una Europa sin imperios ultramarinos, el secular imperio por antonomasia recupera su protagonismo. Nos referimos a Germanía. Desde esta perspectiva regresamos al paisaje de la Edad Media. Moscovia, como entonces, es y no es Europa. Hoy menos, quizá, que entonces. Pero, por razones distintas, su futuro en este caso, su modernización, sólo puede provenir de Occidente. Hoy como antaño. De este modo se completa, se recupera la Europa total, una Europa que será requerida por el Este.

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Éstas son, a mi juicio algunas de las claves del diseño de la futura Europa: respeto a la diversidad. También a la de sus naciones constituyentes. Espacio económico compartido. Moneda mundial. Preeminencia de sus pueblos más emprendedores sin detrimento de la convivencia pacífica. Control colectivo de la fuerza y del poder de cada uno. También, y sobre todo, de los de Alemania.

Es un diseño inédito. Dará a Europa mayor peso en el mundo. Finalmente posibilitará la asimilación de la URSS. Aunque es sólo una posibilidad.

Así será el paisaje exterior de España. Muy distinto desde luego del que presidió el Acta Única. Un paisaje que ucrónicamente podría tomarse hasta cierto punto como la evolución natural del de la Europa de finales del siglo pasado; evolución cortada por dos guerras civiles con armas convencionales. E impedida después por el arma nuclear de los dos bloques enfrentados a través de un telón que partía precisamente a Europa.

Lógica histórica

En cierto modo, pues, se reanuda la marcha de Europa después de un paréntesis de cerca de un siglo. El paisaje en que nos adentramos tiene una profunda lógica histórica. Constituye un desarrollo y una mejora de la Europa del siglo XIX. Y está llamado a durar. Es una referencia con signos de perdurabilidad. Se deduce que descarto una reviviscencia de las dictaduras y también de las luchas cruentas entre nacionalidades o minorías que pudiesen impedir el futuro, el paisaje arriba descrito. En todo caso constituirían accidentes en un camino cuyo final sólo puede ser uno. Y los llamo accidentes porque no pueden ser otra cosa esos posibles avatares si los comparamos con los cataclismos de las dos grandes guerras de este siglo.

Cabría pensar en la involución de la actual Unión Soviética. Pero sus dirigentes son muy realistas, y tienen claro que la URSS no puede mantener el control a la vez de su imperio y de Europa Oriental.

Puede asimismo pensarse en el descontrol de la perestroika o en que se produzca una conflagración nuclear en contra del deseo y voluntad de todos. Pero en este caso habría no un mero cambio, sino una profunda mutación que desertizaría el paisaje del mundo entero, no sólo el europeo.

Esta previsión puede percibirse como un desarrollo natural y lógico a partir del presente. Válida, claro está, siempre que las cosas de los hombres sigan un cauce natural y tengan lógica. Pero en principio vamos hacia ese paisaje exterior que he perfilado. Con él debemos contar en España. Porque obedece a la lógica profunda de la historia de Europa y del mundo. Y va a durar. Ahí hemos de encontrar nuestro acomodo, nuestro apoyo, nuestra convivencia, nuestro estímulo. Nuestro pequeño mundo, si se quiere, frente al mundo total. Nuestra patria ampliada.

Decía al principio que también ha cambiado y todavía cambiará nuestro paisaje interior o mental. Ante todo porque también lo hace el de Europa. Marx ha condicionado un siglo largo de su historia. Sólo ahora su estatua se ha acabado de derrumbar.

La protesta contra el sistema, contra lo establecido, contra el establishment, recibió de sus manos una armadura conceptual que ha dado vida a la lucha política, a favor y en contra, durante todo este tiempo. Hasta que la Historia ha puesto al descubierto que esa armadura conceptual no era más que una superestructura ideológica, es decir, lo que negaba de si misma.

El sistema hoy aparece sin alternativa. Perderá sentido la disyuntiva reforma-revolución. Y un mundo mental sin alternativa podría revelarse como un mundo gris. Rebrotará sin embargo el ansia por la utopía. Y engendrará nuevos diseños, nuevos sueños políticos. Que a su vez exigirán el alumbramiento de nuevas categorías políticas. Que por fin nos sacarán del siglo XIX. Nos adentraremos en otro universo conceptual y categorial.

En la Europa occidental todo ello se percibe en el reiterado intento de renovación intelectual de la cultura de izquierdas. Hace esfuerzos denodados por dar nueva expresión al ansia de utopía. Y encuentra en ese nivel de profundidad su raíz, por debajo de su mundo expresivo conceptual anterior que le resulta hoy en día inapropiado. Aunque quizá no hayan sido siempre sino sueños de la razón. Del mundo conceptual anterior de la izquierda no quedarán posiblemente sino palabras preexistentes al mismo tales como justicia, libertad, derecho, humano, fraternidad (solidaridad), honestidad. Si bien dotadas quizá de un contenido de mayor profundidad. Y extrañamente familiar.

La toma de conciencia del hombre occidental en el plano político condujo a la escisión sistema-antisistema Tal vez después de una vuelta completa de la espiral de la historia de lo político recuperemos, recupere Europa, una sociedad no escindida, más integrada. Pero esta vez con autoconciencia de que la sociedad es una creación humana, de todos, modelable pero siempre dentro de ciertos límites, que si se traspasan destruyen al propio hombre. Posibilitadora de la libertad y cercenadura de la misma, según sea nuestra conducta individual o colectiva.

En suma, nuestro mundo, el de todos, se está transformando intensa y fuertemente. La humanidad va hacía adelante. ¿Será siempre necesario pagar un precio tan alto como el que acabamos de recordar? Lo único seguro es que el nuevo mundo, el nuevo paisaje, da paso a nuevos horizontes. También para España.

Joaquín Abril Martorell es diputado del Centro Democrático y Social.

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