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El futuro del Canadá unido, en manos de un indio y de la Asamblea de Terranova

El futuro de Canadá como país unitario depende en estos momentos de los legisladores de la provincia más pobre de las 10 que integran la confederación canadiense y de un indio descendiente de los orgullosos guerreros crees, expulsados de las praderas por los colonizadores europeos. Sin la colaboración de estos dos personajes, un acuerdo especial alcanzado en 1987 para conceder a Quebec un estatuto especial quedará sin efecto con la amenaza de una separación de la provincia francófona del resto del país.

Aunque el Gobierno de Ottawa, que preside el conservador Brian Mulroney, espera todavía un milagro de última hora, expertos constitucionales están de acuerdo en señalar que nunca el peligro de una secesión de Quebec del resto de Canadá había sido tan grave como en la actualidad.La historia arranca de 1982, cuando el Parlamento canadiense decidió romper los últimos lazos que ligaban a Canadá a su pasado colonial británico y promulgó una nueva Constitución. La provincia de Quebec se negó a aprobar la nueva Carta Magna alegando que el documento no reconocía un régimen especial para la provincia que protegiera su cultura y su pasado franceses.

Tras cinco años de negociaciones entre el Gobierno federal y los provinciales se llegó a un acuerdo en 1987, conocido como el acuerdo del lago Meceh, en virtud del cual el resto de Canadá reconocía el carácter distinto de Quebec al tiempo que se asignaban a la provincia francófona tres de los nueve magistrados del Tribunal Supremo federal, así como otras concesiones menores.

El acuerdo quedó en suspenso cuando las cámaras legislativas de tres provincias -New Brunswick, Manitoba y Terranova- se negaron a ratificarlo por estimar que concedía demasiados beneficios a Quebec sin nada a cambio.

Acuerdo final

Como consecuencia de intensas presiones y concesiones de Mulroney, un québécois, la legislatura de New Brunswick retiró su oposición. La pasada semana, el primer ministro federal, tras un agrio debate, logró el acuerdo final de los Gobiernos autonómicos de Manitoba y Terranova.Sin embargo, el jefe de Gobierno de Terranova, Clyde Wells, condicionó su decisión, en principio afirmativa, a la ratificación del acuerdo por la Asamblea autonómica de su provincia, cuyos 52 integrantes tienen previsto votar sobre el mismo el viernes.

Para desgracia de Mulroney y del futuro de la unidad canadiense, un legislador indio de la asamblea de Manitoba, Elijah Harper, ha iniciado una serie de maniobras parlamentarias -el clásico filibusterismo- con el fin de retrasar la votación del acuerdo por parte de sus colegas. Si las asambleas provinciales de Terranova y Manitoba no han ratificado el acuerdo del lago Meech antes de la medianoche del sábado, el documento expirará sin entrar en vigor y sin satisfacer las demandas de Quebec, donde más del 50% de la población se ha pronunciado por la separación de Canadá.

En el trasfondo de las reticencias de las dos provincias subyacen causas. económicas en el caso de Terranova y la eterna queja de las poblaciones indias contra los colonizadores europeos en el de Manitoba. El malestar en Terranova contra el Gobierno federal de Ottawa y contra la riqueza de Quebec es generalizado. Los habitantes de la provincia, cuya renta por cabeza sólo alcanza la mitad de la media canadiense (14.000 dólares), acusan al Gobierno central de marginarles, y al de Quebec de beneficiarse de su riqueza hidroeléctrica sin pagar.

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