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ITALIA 90

Italia exhibió más coraje que estilo

Santiago Segurola

Italia jugó mal, pero ha resuelto un problema: Totó Schillaci, el siciliano, será desde ahora el compañero de Vialli en la delantera. Esta cuestión de la pareja de Vialli había alcanzado el rango de debate nacional. Así son las cosas en Italia cuando se trata de fútbol. Nada más presentarse en la cancha, Schillaci dejó el asunto zanjado con un gol de última hora, a centro de Vialli precisamente. La hinchada quedó tan entusiasmada que gastó los últimos 10 minutos en hacer olas en el estadio romano. Sin embargo, la felicidad italiana no esconde los problemas que tiene su equipo. Italia ganó su primer partido con coraje, pero con poco estilo. La modernidad es definitivamente patrimonio del Milan, no de este conjunto, tan preocupado en cuestiones pedestres como el marcaje individual a Ogris, un jugador mediocre se mire por donde se mire.El problema de Italia es su indefinición. Este equipo es una suma de caracteres contradictorios que acaba por generar una contradicción mayor toda vía: el indudable valor nominal de cada jugador no se concreta en un juego fluido ni armonioso. Azeglio Vicini ha armado un cuadro con un par de duros por aquí, algún estilista, los perseguidores de rigor y una delantera que resume por elevación la falta de una idea concreta del juego. Está Vialli, pero hasta un cuarto de hora antes de acabar el partido no se supo qué acompañante recibiría el placet.

Frente a Austria salió Carnevale, que dejó el sello de los delanteros corajudos, pero peleados con el gol. La ascensión de Schillaci le dejará probablemente en el banquillo hasta e final del campeonato. La falta de concreción estilística se amplía al centro del campo. Allí Donadoni demuestra un partido sí y otro también que está varios cuerpos por encima del resto de la línea. Pero la manija la lleva Giannini, superficial, de vuelo corto, a pesar de la aparente corrección de su acciones. A la derecha, De Napoli es el fajador, uno de esos jugado res siempre presentes en cualquier selección italiana. El problema reside en que Donadoni habla un lenguaje futurista y De Napoli uno más arcaico, conectado con los viejos modos del catenaccio, de la defensiva.

De hecho, fue la conexión milanista la que ofreció lo mejor del encuentro. La sociedad Baresi-Donadoni protagonizó un par de jugadas de altura, como aquel pase del primer tiempo de Donadoni a Baresi que éste interpretó a la perfección con un envío sobre la marcha a Carnevale. Ahí se acabó la inspiración de la jugada porque Carnevale no se atrevió a agotar la posibilidad de la acción y se sacó el balón de encima con un disparo desde el borde del área cuando la ocasión merecía algo más fantasioso. La mayor parte del encuentro se guió por un juego atropellado, favorecido por el fútbol opaco de Austria, equipo cortito, de escasa entidad. Sus jugadores no fueron más allá del buen orden en la cancha y una aceptable concentración. Pese a sus dificultades, Italia pudo marcar en un par de ocasiones, muy especialmente en un mano a mano de Vialli con el portero austríaco, Lindenberger, que el italiano desperdició por un exceso de suficiencia en su remate con el exterior del pie, o en una tremenda incursión de Donadoni por la izquierda que cerró con un envío retrasado a Carnevale, que pifió solo ante la portería.

La ansiedad por la suerte del partido concluyó a 12 minutos del final. Schillaci acababa de saltar a la cancha cuando Donadoni tiró un pase muy inteligente a Vialli, uno de esos centros que aprovechan la potencia del delantero del Sampdoria. Vialli se estiró hasta la línea de fondo y sacó un servicio alto y limpio que remachó el delantero del Juventus de Turín con la cabeza.

Luego, la fiesta y la ola. Italia durmió feliz, pero por debajo laten algunos graves interrogantes sobre su futuro en este torneo.

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