Continuismo en la patronal

LA ASAMBLEA general de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) ha reelegido para un tercer mandato a José María Cuevas como presidente de la patronal. El patrón de patronos, que hizo sus primeros pinitos públicos en el sindicato vertical, ocupa los más altos puestos de responsabilidad en la CEOE casi desde su fundación. Primero fue secretario general con Carlos Ferrer Salat, a los pocos meses de crearse la confederación, y luego le sustituyó al frente de la misma. No cabe duda de que su trabajo ha sido clave a la hora de estructurar a los empresarios, que llegaron a la democracia sin experiencia organizativa alguna tras los 40 años del régimen anterior. La introducción del diálogo social como forma de encauzar de modo civilizado las tensiones propias de una sociedad industrial debe tanto a José María Cuevas y su equipo como a las organizaciones sindicales representativas, que sí contaban con la experiencia organizativa de la clandestinidad y luego de la tolerancia, adquirida en el tardofranquismo.Pero las situaciones cambian, exigiendo casi siempre una renovación paralela de las estructuras que las protagonizan. Ha habido ocasiones en los últimos años en los que el tiempo parece haberse detenido para los agentes sociales, que también necesitan su perestroika. Uno de los síntomas de anquilosamiento en la CEOE es la total ausencia de alternativas globales al equipo que la ha encabezado durante los años ochenta: tanto el presidente como los cuatro vicepresidentes y el secretario general siguen siendo los que eran, si bien algunas patronales sectoriales y territoriales se han renovado, dando entrada a nuevos miembros en el comité ejecutivo. El ejemplo más significativo ha sido el de la Asociación Española de la Banca Privada, la patronal bancaria, en la que su presidente Rafael Termes, el único presidente tenido hasta ahora, ha sido sustituido por José Luis Leal, un hombre más joven en años e ideas.

Cabe preguntarse si en las circunstancias actuales, con un mundo en permanente transformación económica, en el que la interdependencia es una variable fundamental, no hubiera sido posible una incorporación de otros empresarios españoles más dinámicos y más representativos de esos cambios a la cúpula patronal. Además, el enrarecimiento de las relaciones entre patronal y sindicatos, por una parte, y patronal y Gobierno, por otra -expresivos de un agotamiento del modelo de concertación seguido hasta ahora-, permite albergar algunas dudas sobre si la continuidad absoluta del equipo que ostenta la máxima representación patronal era lo más conveniente para el desbloqueo de esas relaciones, con la mirada puesta en el pacto de competitividad imprescindible para entrar en las mejores condiciones en el mercado común europeo de 1993.

En los tres últimos años se ha producido la incorporación de una nueva generación de emprendedores españoles a la vida productiva española, algunos de los cuales han tenido en este corto periodo de tiempo una proyección pública superior a la de los hombres de la patronal. Estas nuevas sensibilidades no están representadas en la cúpula de la CEOE, que sigue siendo la de siempre. Para que se produzca el final de la transición económica que está viviendo nuestro país no solamente es preciso que varíen las reglas del juego -de una España autárquica y proteccionista a una España integrada en Europa-, sino también que cambien sus protagonistas. Y este cambio, en las dosis necesarias, aunque sean homeopáticas, no se ha producido todavía en la CEOE.