Triana por cuplés

Este espectáculo tiene gancho y duende. El público se entrega a unos viejos gitanos bailando sus cosas, se conmueve y les ovaciona puesto en pie una y otra vez. Si mantenemos la cabeza fría somos conscientes de que no son artistas de altos vuelos, pero hay que olvidarse de la cabeza y poner el corazón como lo hacen ellos. Y entonces entramos plenamente en el juego de un arte todo lo elemental y primario que se quiera, pero con la fuerza y el encanto de lo genuino, de lo puro. Porque no son profesionales, sino gentes que hacen lo que toda su vida vieron hacer en la vieja Triana. Por eso mismo quizás la extraña fascinación que este arte ejerce sobre los extraños -el público- que nunca tuvieron acceso a él y para quienes es una revelación.Y en ese contexto, algunas personalidades sobresalientes, como la del Pati y el octogenario Juan Breva, quienes hicieron unos bailes estupendos, y Antonia Suárez, que aun cantando poquito dejó constancia de su maravilloso eco jondo.Por lo demás, hay que decir que no se salieron de la bulería, y dentro de la buiería, casi todo fue cuplé, lo que no deja de ser triste teniendo en cuenta el fabuloso legado cantaor de Triana.

Entre los profesionales jóvenes las Figuras fueron Carmen Ledesma y Turronero. Ella es una ballaora que lo hace bien, muy bien en ocasiones, pero incapaz -por lo que vimos esta noche- de redondear totalmente un baile, pues con frecuencia se paraba y daba un pascíto. Y desde luego no son de recibo ni el recitado del cantaor, que eso, por suerte, pasó a la historia, ni el zapatazo en el desplante para arrancar el aplauso.

En cuanto al Turronero, teatrero y efectista, montó su número erigiéndose en algo así como capitán de los gitanos; pero su cante no fue el mejor que le hemos oído.