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FIESTAS DE SAN ISIDRO

Diez horas de música en el psiquiátrico

Las monjas de San Vicente de Paul, los militares de El Goloso y los auxiliares sanitarios organizaron ayer, con un presupuesto de 200.000 pesetas, una fiesta de 10 horas de música para que los 438 enfermos del Hospital Psiquiátrico de Madrid celebraran el día de San Isidro. Una vaquilla, la visita de la tuna, las danzas regionales, una misa campera, un concurso de baile y una tómbola de regalo seguro fueron algunas de las actividades organizadas para los enfermos mentales.

Poco despúes de las nueve de la mañana dos niños tocaban un instrumento musical por las plantas del edificio para recoger como el flautista de Hamelín a los enfermos y llevarlos a la misa campera.La división acorazada Brunete, acuartelada en El Goloso, envió a quince de sus hombres para que en dos días montaran el escenario, la tienda de campaña de camuflaje que albergaría la tómbola con regalo seguro y el improvisado ruedo donde trasladarían en un camión militar la vaquilla alquila da por las monjas por 17.000 pesetas.

Capote y estoque de cartón

A Luisillo, un anciano "que ya no saldrá de este centro", le tuvieron que ir a recoger cuando oscurecía para llevarlo a la cama "porque estuvo todo el día como hipnotizado" vigilando los preparativos, con su capote y su estoque de cartón en la mano.

"Esta es la fiesta que más les gusta porque dura todo el día", explica un auxiliar sanitario. Sor Milagros que es la principal responsable del festejo asegura que los pacientes disfrutan porque tienen "comida, trabajo y baile".

Para Antonio Latorre, director médico, lo fundamental de la jornada festiva es que la gente de fuera entra en el centro, pierde el miedo y se relaciona con los enfermos. "Ya no estarnos en la Edad Media, aquí los internos se mueven con libertad".

En el Hospital Psiquiátrico de Madrid conviven un pequeño grupos de toxicómanos en periodo de desintoxicación, alcohólicos en programas de deshabituación, jubilados con problemas psíquicos agudos, antiguos pacientes que no tienen a donde ir, disminuidos psíquicos, pacientes con problemas agudos pero superables y los que esperan su reinserción en los siete pisos que hay en Madrid.

En este hospital, anteriormente conocido como Camilo Alonso Vega, se suicidan alrededor de cuatro pacientes al año de forma "inevitable", según el doctor, porque "son imparables. Algunos lo hacen desde un radiador situado a escasos centímetros del suelo".

Dolores, que según sus compañeros fue "bailarina y amante de un ministro en Venezuela", ahora padece una demencia senil que no le impide bailar con ritmo acariciando a un enfermo.

Desde una silla de ruedas les mira un hombre "que ha sido un genio de los efectos especiales en el cine" y que ahora está demente a causa de una sífilis progresiva.

Francisco de Paula, de 34 años, lleva pijama al igual que otros que están en plena crisis. Asegura que es discípulo de Goethe y de Hess, y que elige para morirse el juego del ajedrez.

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