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La reconversión del PCI, a prueba en las elecciones locales

Juan Arias

Las elecciones regionales, provinciales y municipales que se celebrarán en Italia el domingo y lunes próximos van a ser, por confesión de los mismos líderes, un test de política nacional. El voto tendrá un valor especial porque va a producirse inmediatamente después de la reconversión del Partido Comunista Italiano (PCI), de Achille Occhetto, quien de las cenizas del partido de Gramsci y Togliatti trata de sacar la identidad del nuevo grupo.En realidad, en Italia cada elección, sea la que sea, acaba teniendo valor político, al tratarse de un país con escaso sentido del Estado, donde todo gira alrededor de las secretarías de los partidos, que son los que, por Constitución, ejercen el verdadero poder. Estos comicios coinciden también con una de las crisis internas más agudas de la Democracia Cristiana (DC), en la que su presidente y líder de la izquierda del partido, Ciriaco de Mita, se presenta dimisionario al haber disentido la izquierda democristiana con la línea conservadora del eje Forlani-Andreotti.

El emblema de tal desgarro lo representa Palermo, donde la DC se ha visto constreñida a presentar dos candidatos diametralmente opuestos: el carismático e intelectual Leoluca Orlando, ex alcade en olor de pueblo y amigo de los jesuitas progres, y el pragmático andreottiano Girolamo di Benedetto, un curioso personaje dentro del típico poder democristiano que trabajaba en la alcaldía y había conseguido la baja laboral por haber sufrido una hernia discal. Ahora se justifica al decir que "la política es otro tipo de trabajo que nada tiene que ver con la hernia".

Los primeros sondeos dan un 45% de los votos a Orlando y nada al otro candidato.

Las elecciones del domingo son una prueba también para los socialistas, que ahora se presentan, por vez primera, no en un ataque frontal contra los comunistas, sino con un Craxi convertido a la Cosa de Occhetto.

Más asustada parece la DC, ya que el cambio del partido comunista con un Occhetto que visita en sus casas a los obispos más comprornetidos en la lucha contra las mafias y que está pidiendo los votos de los católicos más progresistas puede producirle una disminución de votos.

Pero lo que todos los grandes partidos temen son las llamadas "listas locales" o "nacionalistas" con poca vibración política, antipartidistas, anárquicas y pragmatistas, al mismo tiempo que hacen hincapié sobre los problemas concretos de la gente, y explotan el renacer del sentimiento antirromano y antiemigrantes de color. Los grupos más duros y peligrosos para los partidos tradicionales son las llamadas ligas.

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