Bulgaria, triste
Hace poco tiempo, EL PAÍS publicó un reportaje sobre Bulgaria, en el que su autor describía dicho país con cierta repugnancia. He tenido ocasión de visitarla, y, puedo decir que ese país sólo puede describirse con una palabra: tristeza. Es un país sin ilusión. La gente bebe constantemente, porque no hay otra cosa que se pueda hacer. No hay lugares para divertirse; no hay nada que se pueda comprar. Para encontrar carne hay que recorrer toda Sofía. Hay dos o tres fruterías en las que hay una cola inmensa, y al final sólo pueden comprarse pepinos y lechugas. En los escaparates de las escasas tiendas que hay se exponen vestidos espantosos, y cuando entras te das cuenta de que el vestido del escaparate es el mejor.Para decorar una casa, la gente tiene que comprar sillas de distinto color que la mesa, si es que las encuentran en algún sitio. No se puede tener ilusión por tener una casa bonita, por tener un vestido bonito, no se puede tener ilusión por nada, ni siquiera teniendo dinero. Las chicas tardan cinco minutos en acostarse con un extranjero que las saque del país. La gente que tiene algo ahorrado se marcha, y la que se queda se refugia en la bebida. ¿Cómo se pueden escribir tantas páginas para hablar de la contaminación de Sofía y de la minifalda de la camarera del Sheraton, si sólo con entrar en los grandes almacenes se puede escribir un libro sobre la forma de vida que han impuesto los comunistas?
Olvidando el poco profundo artículo de ese autor, no entiendo cómo aún hay gente que cree en el comunismo. Yo prefiero soñar con un vestido de 20.000 pesetas y ahorrar un año para comprarlo que comprar un saco con tres agujeros para meter la cabeza y los brazos por 100 pesetas. Son ilusiones que se tienen en la vida, quizá tontas, pero que existen, y que el comunismo ha destrozado por completo, exportando lo poco bueno que producen y dejando la porquería para abastecer a su población.-
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