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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mayo fin de siglo

LA CONMEMORACIÓN del Primero de Mayo se celebra este año en un clima de paz social desconocido en los últimos años, producto de la reapertura del diálogo entre el Gobierno y los sindicatos y de un relativo encauzamiento de la conflictividad laboral generada por la negociación de los convenios. Pero si la concertación social, cuya segunda ronda está a punto de iniciarse, ha encontrado vías operativas, el anunciado pacto de competitividad amenaza con convertirse en fuente de conflictos entre los sindicatos y el Gobierno.No es de extrañar que a falta de una mayor concreción -y es imposible determinar su alcance entre tanto no se aborde su discusión entre los distintos interlocutores políticos, económicos y sociales- el pacto presentado por el Gobierno como exigencia ineludible para colocar a la economía española en condiciones de igualdad frente al mercado único europeo centre la atención política de las manifestaciones de este Primero de Mayo. Sobre todo cuando en una primera lectura ha aparecido excesiva, y casi exclusivamente, identificado con la moderación salarial de los trabajadores, parte importante de la propuesta, pero no la única, a la que habrá que añadir la participación empresarial y la del Gobierno.

La comprensible prevención sindical ante el mencionado pacto no debe identificarse con un rechazo total a la propuesta gubernamental, respuesta objetiva a las exigencias comunitarias. Tras la experiencia de 1989 marcada por las secuelas agridulces del 14-D, las centrales sindicales saben que su influencia en la sociedad depende precisamente

de su capacidad de traducir su acción movilizadora en acuerdos tangibles con el Gobierno y la patronal. Y que, por tanto, cualquiera que sea el nombre que se le ponga, un pacto para amortiguar los efectos negativos del mercado único en la economía española deberá incluir un cuerdo de moderación salarial, junto a un régimen impositivo más equitativo en el tratamiento de las rentas de trabajo, una política presupuestaria ajustada, un mayor control del gasto público y la búsqueda de fórmulas para la reinversión de los excedentes empresariales, entre otros aspectos.Sin embargo, las elecciones sindicales previstas en este año, en las que las grandes centrales CC OO y JGT deberán medir de nuevo sus fuerzas, pueden constituir una rémora para una aproximación sindical realista a un desafío que no admite dilación. Las dos centrales mayoritarias celebran conjuntamente por segundo año consecutivo el Primero de Mayo, pero la escalada verbal desatada para ver quién se muestra más reticente ante el mencionado pacto ya deja entrever las contradicciones de esa estrategia unitaria entre centrales que en otoño serán. rivales en la búsqueda del voto de los trabajadores y que por primera vez pueden ver disminuida su hegemonía en las instituciones que hoy prácticamente monopolizan. Ello depende de la respuesta electoral que consigan los sindicatos corporativos.

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En cualquier caso, y más allá de sus problemas a ,orto plazo, los sindicatos en España tienen que hacer frente a graves carencias estructurales, entre las que no es la menor su escasa afiliación -un 11 % de los asalariados españoles están sindicados frente a una media europea del 30%-, circunstancia que está en el origen de muchas huelgas salvajes y de la exacerbación en su seno de las tendencias gremialistas. Es cierto que la labor de los sindicatos, a pesar de su reconocimiento constitucional, no es especialmente apreciada por el Gobierno ni por los empresarios. Los intentos apenas disimulados del primero en debilitar su poder hasta no hace mucho y las dificultades que persisten en muchas empresas para la acción sindical así lo ponen de manifiesto. Pero en la perspectiva de esta década -la del fin de siglo- los sindicatos deberán esforzarse en clarificar su papel en una sociedad posindustrial, curada de revolucionarismos, pero en la que siguen vivos los viejos ideales de justicia. Las conmemoraciones del Primero de Mayo vienen a recordarlo, ahora bajo la bandera del reformismo, desacreditado durante años pero que ha resultado ser lo más éficaz para hacer avanzar la causa de la igualdad entre los seres humanos.

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