Georgia, o la posibilidad de una utopía
En EL PAÍS del domingo 15 de abril se publica un artículo firmado por doña Pilar Bonet con el título Stalin ya no es amado en su pueblo natal, y en la misma página, y sin firma, se puede leer: Oferta de un trono para el ex campeón Jorge de Bagration.
Dado que soy la segunda hija del príncipe Irakly de Bagration y mi personal vinculación con el problema por ustedes tratado, considero que puede ser oportuno hacer las siguientes puntualizaciones:
1. En el periódico Abc de fecha 15 de abril de 1989, y dentro de la sección Cartas al Director, decía textualmente: inevitablemente, la reforma política y económica llevará a Rusia a constataciones nacionalistas y autonómicas, y a la democratización de alguna de sus estructuras sociales".
Hubiera sido demasiado presuntuoso por mi parte pensar que dentro de las mismas apareciese la restauración monárquica, o instauración, si usted lo prefiere, pero no era difícil pensar que los sentimientos nacionalistas fuesen por ese camino, ya que la etnia georgiana nunca asimiló del todo la incorporación a la Rusia zarista y mucho menos la adhesión forzada a la URSS.
En Europa, y especialmente en ciertos sectores progresistas adoradores del marxismo-leninismo, del estalinismo y de lo que hiciera falta, con tal de que proviniese de la izquierda, cualquier opinión, no digamos intento de monarquía, hubiese sido calificada de utópica. Desafortunadamente, y en mi experiencia, los sectores de la derecha pensaban de igual modo.
2. La colaboradora de su periódico, cuando elige como título Stalin ya no es amado en su pueblo natal, no dice nada falso, pero la realidad es que no lo fue nunca. Recuerdo haber oído contar que su madre era lavandera en palacio tenía la desgracia de que sus hijos morían tempranamente; por ello prometió ofrecer uno al Señor si vivía lo suficiente. Vivió, y ése fue su hijo José, el ex seminarista y dictador hasta su muerte.
Paradójicamente, este hombre duro y cruel fue educado en un seminario y, repito, nunca fue amado en Georgia, sí temido y respetado. Hasta tal punto es exacto lo que aquí expongo que Hitler pensó en la posible adhesión de algunas repúblicas, entre ellas Georgia, basándose en el odio que sentían hacia el comunismo (estalinismo) ruso.
En estos momentos, Stalin era temido. La barbarie nazi dio lugar a la exaltación del nacionalismo ruso y la necesaria aglutinación de sus etnias, lo que permitió, entre otras cosas, ganar la II Guerra Mundial; con ello, el comunismo alcanzó su máximo histórico.
3. La autófisis de la utopía comunista ha permitido que el pueblo georgiano diga sin rodeos lo que piensa, lo que viene pensando hace años.
Europa está comprobando que la monolítica Rusia solamente lo era por la fuerza de las armas y ve con asombro, para ciertos sectores inquietantes, que los pueblos que la componen tienen su personal idiosincrasia, su especial manera de ser y de estar, y por ello tienen personalidad histórica, no por el criterio unificador de la tiranía marxista.
Por todo ello permítame, señor director, que llame a la restauración monárquica en Georgia la utopía posible y deje bien claro que Stalin, el garante durante años de la utopía inviable (comunismo), nunca fue querido por su pueblo.
Obviamente, el recuerdo de rrá padre, príncipe Irakly de Bagration, es el motor que me lleva a ocuparme de estos temas. La razón histórica demuestra que su esfuerzo no fue el pensamiento estéril de un príncipe en el exilio, sino el dolor de un hombre que entendió el dolor de un pueblo, que además era el suyo.
Sus reuniones con georgianos en el exilio, el mantenimiento de las tradiciones, la defensa de su rango en un medio hostil y muchas otras cosas que entonces no entendíamos del todo se iluminan cuando leemos artículos como el publicado por ustedes y nos agrandan la figura de mi padre, permitiéndonos comprender hasta dónde llegó su sacrificio.
Lamentablemente, cuando estas aspiraciones renacen, la mayor parte de mis queridos georgianos y nú padre nos han abandonado.-
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