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GENTE

Miguel Paneque

Primer actor cubano de gira por España

Acaba de finalizar una gira por España participando en el reparto de Las locas de Chaillot, montaje de Juan José Seoane. Ha culminado así el sueño de sentirse próximo a actores que sólo conocía a través del cine, "los que yo llamo vacas sagradas", dice con fingido respeto. También ha sentido respirar al público español, y, sin ninguna duda, se queda con el andaluz, que "responde a la más mínima sutileza. En otros sitios suben y bajan el telón para cumplir, pero no hay ningún calor", dice torciendo el gesto.Miguel Paneque nació en La Habana en 1965 y salió de Cuba por primera vez cuando, en 1988, el Festival de Cine de San Sebastián premió la película cubana Cartas del parque, de Tomás Gutiérrez Alea, basada en un guión de Gabriel García Márquez. Miguel, el joven protagonista masculino, recuerda aquella visita como un sueño: "Al bajar del avión nos metieron en un inmenso carro y nos llevaron a una suite del hotel María Cristina; yo me sentía Tom Cruise". Entre fotógrafos, autógrafos e invitaciones, pasó una semana sin dormir. "Desperté cuando volví a La Habana y pasé meses hablando de España", recuerda.

Miguel es un actor formado en la Escuela de Teatro cubana, lo que implica cinco años de estudios. De los 23 alumnos matriculados con él, muchos abandonaron por dificultades técnicas. "Tuve que aprender ruso para leer a Stanislavski", comenta, "y pasar dos años interpretando sin diálogo". Aparte de la educación interpretativa, los aprendices de actores estudian humanidades y hacen circo, magia, danza, todo lo relacionado con el espectáculo.

Alcanzó cierta popularidad desde que, siendo un bachiller, participaba en un programa de televisión en el que tres jóvenes entrevistaban a un personaje. "Era un programa dirigido a los chicos, pero nuestro público eran las mamás", cuenta entre risas.

El gran éxito de Cartas del parque fue lo que le llevó a la fama en su país, donde el pasado año participó en la película Final, sobre los guerrilleros en El Salvador. Durante el rodaje estaban representando La verbena de la Paloma: "Pasábamos el día rodando, y por la noche me dejaban en la puerta del teatro; yo me convertía en Don Julián, y la que en Final era mi madre hacía de Susana. No somos una compañía lírica, pero lo asumíamos como actores y tuvimos un gran éxito". Y añade orgulloso: "Le robamos todo el público al Festival Lírico".

Siempre le interesó la danza; no en vano su madre, Cecilia Paneque, fue la vedette principal del Tropicana, una de las mayores salas de fiesta de antes y después de la revolución. Estudió danza moderna desde pequeño, y considera que el baile ofrece las máximas posibilidades de expresión. Cuando baila en una discoteca española arrastra con él todo el ritmo del Caribe, al punto de que "algún amigo me ha preguntado si quiero provocar. Yo no agredo a nadie, pero es que aquí piensan que bailar la lambada consiste en mover el fondillo, y no es así: hay que saber llevarla, como las sevillanas", explica.

Se queja también de lo mal que se utiliza el castellano en España: "Ustedes hablan un idioma plano; cuando digo que algo es lindo o hermoso me miran como si fuera de otro planeta", cuenta sorprendido.

Le llama la atención comprobar que nadie se mira por la calle: "Yo camino volteando la cabeza como un ventilador", comenta. La primera vez que entró en unos grandes almacenes quería obsevarlo todo. "Aquello me pareció un infierno, pero a todo el mundo le tienta el diablo", concluye.

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