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LOS AUTOBUSES VUELVEN A LAS CALLES

Salarios bajos frente a servicios mínimos

El paro de la EMT afectó a un millón de madrileños, sobre todo de los barrios periféricos más pobres

Los taxis con el cartel de Libre han desaparecido durante 22 días del territorio urbano, tiempo durante el que han tenido sus taxímetros al rojo vivo y han tenido que flexibilizar sus horarios de trabajo. La gente sin coche ha tenido que recurrir a los vecinos, a los parientes, a compartir el taxi con otros desesperados o a lanzarse al abordaje de vehículos privados. Entre tanto, los 6.800 empleados de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) se batían con la empresa, y el Ayuntamiento de coalición lo hacía con la comunidad autónoma y el grupo municipal socialista.

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Un viaje a los barrios que han quedado en sombra por la huelga del transporte urbano permite descubrir a ciudadanos enfadados con sus compañeros de clase: "Esta huelga a quien ha perjudicado es a los obreros y no a los ricos, que siempre viajan en su coche".Un trabajador de la EMT ganaba antes de la huelga unas 85.000 pesetas netas al mes. "Con cuatro hijos no hay quien pueda", explicaba uno de los afectados, que disculpaba a sus compañeros. Unos compañeros que se han estado valiendo del pluriempleo como taxistas, chapistas o conductores de autocares escolares "para sacar a la familia adelante". "La gente tiene que comprendernos", asegura.

Los damnificados de esta huelga sin servicios mínimos que se ha prolongado a lo largo de 22 días son, sin embargo, otros proletarios, respetuosos con la lucha sindical mientras ésta no exceda su libertad para acudir al trabajo sin tener que andar siete kilómetros hasta la estación de metro más cercana.

Dejados de la mano de Dios

Los habitantes de barrios' como El Pilar, Vicálvaro, Canillejas y Carabanchel -demasiado cerca de la ciudad como para contar con transporte interurbano y demasiado lejos del metro como para llegar andando- han visto modificado su horario de sueño y aumentado el tiempo calculado .durante años para llegar a su puesto de trabajo o a su instituto.

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Según el gabinete de información de tráfico del Ayuntamiento de Madrid, los habitantes de la ciudad durante la huelga terminada en la tarde del viernes han modificado sus hábitos. Los ciudadanos de la periferia han madrugado una media hora más. La hora negra se ha centrado en las ocho de la mañana, "por los del turno de las ocho que llegaban retrasados y por los de las nueve que habían madrugado más por temor a la huelga".

Curiosamente, la intensidad de tráfico, que durante la primera semana alcanzó un 6% más de concentración de vehículos, no ha aumentado las retenciones ni los problemas en el casco urbano, ya que los conductores han contado con más espacio, el carril bus.Sin embargo, el gabinete de tráfico municipal sí ha constatado que la zona que queda fuera de la M-30 ha sufrido mayores problemas. La media de aumento de tráfico de las tres semanas se ha colócado en el 3%, aunque durante la primera semana, el lunes y el viernes se duplicó el porcentaje.

Varices

"Los de la EMT me están trastornando. Ando tanto que me duelen las varices. Un kilómetro para. llevar -al niño a clase y luego otros cuatro kilómetros para ir a la parada del metro y de allí a la residencia de ancianos donde trabajo", explicaba un día antes de que acabaran los paros la auxiliar de clínica Carmen García. Carmen, de 46 años, tiene la mala suerte de vivir en Carabanchel, en una de las zonas que por la huelga de los trabajadores del transporte urbano han quedado aisladas.

"La gente tiene que comprender que no todo el mundo tiene coche", explicaba ese mismo día una joven de Carabanchel, obligada a hacer malabarismos para acudir a su trabajo como secretaria por las mañanas y a sus clases en el instituto por las tardes.

"Yo no estoy dispuesta a gastarme lo que gano en taxis", decía Juan¡. Esteban, su novio, lo tenía peor. Debía caminar media hora hasta llegar al metro, que le llevaba a Moncloa, y de allí, a la Casa de Campo andando. Total, hora y media en cada sentido. Lo más grave era que su trabajo consiste en recorrer los 18 hoyos de un campo de golf.

La empleada de hogar Marimar, de 18 años, soportaba la mirada grave de su padre, conductor de la EMT, mientras criticaba la huelga de autobuses "porque ha afectado al pueblo y eso está. mal".

"Yo llego a mi trabajo gracias a mi cuñado, que me deja en una parada de metro", explicaba, sin saber que al día siguiente iba a terminar el conflicto, un técnico de reparación de ascensores que trabaja en el barrio del Pilar y vive: en Móstoles.

Esta víctima del vagabundeo matutino obligatorio se negaba a coger el tren de Renfe -"eso sí que es un caos- continuo"- y prefería acoplarse al horario del marido de su hermana: "Me trae a las 7.15 y no entro a trabajar hasta las nueve".

Su compañero de trabajo, que viaja siempre en su coche, opinaba de distinta manera: "Si los de la EMT realmente merecen un aumento del 25%, que sigan adelante", decía. Entre otras cosas, este mecánico durante el tiempo que ha durado la huelga ha tardado tan sólo una hora en llegar desde su domicilio en Zarzaquemada hasta su trabajo en el barrio del Pilar. El secreto: utilizaba los carriles bus.

Concha, la madre de una dependienta de El Corte Inglés, explicaba que a su hija la llevaba el novio todas las mañanas a la parada del metro para evitar los 20 minutos que se tarda en llegar andando al metro. Sin embargo, esta ama de casa de una familia numerosa, en la que ninguno de sus componentes tiene coche, estaba preocupada por otra hija que trabaja en una clínica dental, "pues a ella sí que no la acerca nadie al metro. Tiene que ir y volver andando, y no veas cómo está el barrio (Carabanchel). Además, dicen que hay un violador que se mueve por el parque".

Sin embargo, según la policía, los temores del ama de casa no tienen fundamento. Tanto en Canillejas como en Vicálvaro o Carabanchel no se ha observado un mayor número de atracos u otros delitos de los que hayan sido víctimas personas que llegaban andando a su casa al anochecer, tal como manifestó la Jefatura Superior de Tráfico de Madrid. El pasado jueves, en Carabanchel la gente se agelpaba en las paradas de tina empresa de autocares privados que durante estos 22 días no ha dado abasto. Afórtunadamente, cerca del metro una zapatería ofrecía a los viajeros andantes pares desde 300 pesetas.

Una especialista en cartografía digital se disculpaba por la mucha prisa que tenía. Según decía, desde el inicio de la huelga de transportes llegaba una hora y media después al trabajo, ya que en su casa sólo hay un coche que ha tenido que utilizar su marido.

No todos opinan igual. Un policía aficionado al maratón en sus ratos libres aseguraba: "La ente exagera mucho. Yo vivo a cinco kilómetros de aquí y me vengo desde siempre andando a la comisaría. Si estuvieran más acostumbrados a hacer deporte, no se quejarían tanto", concluye.

Vuelta al trabajo

No es extraño que, tras 22 días de perjuicios, el regreso de los conductores, a sus puestos de trabajo haya sido recibido por los usuarios con desecho. "Nos han dicho que no tenemos vergüenza por haber estado tres semanas sin dar servicio, pero aquí estamos otra vez partiéndonos los riñories en el asiento", aseguraba un empleado de la EMT.

"Ahora lo que teníamos que hacer los usuarios es ponernos de huelga y no titilizar los autobuses en 30 días, ni comprar el bono bus, para que se coman la chatarra, porque la huelga está muy bien, pero más respeto a los Usuarios". Así se expresaba un usuario, con 69.000 pesetas de sueldo y sin coche en propiedad. "Estoy a favor de las huelgas", dice, "que son un derecho fundamental de los trabajadores, pero en contra de que estos tíos pasen de los servicios mínimos y nos puteen a los que tampoco tenemos un duro".

Frente a tantos afectados, algunos se han visto beneficiados por el conflicto. Los taxis no han dado abasto estas tres semanas, y las paradas de autobús han servido para que muchos se reunieran a coger taxis a escote.

Los tiempos de espera que normalmente anuncian las secretarias del teléfono taxi han aumentado entre 10 y 20 minutos. En hora punta, podían llegar a media hora. "Tenemos los mismos taxis, pero la gente se los arrebata por la calle por lo que sólo unos pocos quedan libres para atender nuestras demandas", explicaban.

Un taxista confesaba que desde que se inició la huelga ganaba al día entre 3.000 y 5.000 pesetas más y un cliente asiduo de este servicio manifestaba que el pasado lunes había tardado una hora en encontrar un taxi en los alrededores de la fuente de Neptuno. Antes había tratado ponerse en contacto, sin éxito, durante media hora con alguna emisora para que le enviaran uno. Nunca le había costado tanto volver de su trabajo a casa.

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