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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Difama, que algo queda

LA CONCESIÓN de una prórroga de tres meses a la sociedad de televisión Canal Plus para comenzar sus emisiones ha desatado una campaña de difamación por parte de algunos medios contra EL PAÍS. De manera reiterada y gratuita señalan que la opinión de nuestro periódico y su independencia estarían mediatizadas por los intereses de dicha sociedad, participada en un 25% por PRISA, holding propietario de la editora de nuestro periódico.No es costumbre de EL PAÍS, y no vamos a romper ahora la tradición, el polemizar con otros diarios, que sin duda buscan en estas escaramuzas un sistema de potenciar sus ventas. El truco nos parece legítimo, pero está en desacuerdo con nuestras normas profesionales. El respeto al lector nos obliga a no aburrirle con discusiones entre periodistas más preocupados por mirarse al ombligo que por narrar e interpretar la realidad.

La prórroga concedida a Canal Plus parece una decisión lógica en tanto que no daña a nadie -los otros concesionarios de licencias de televisión comparten ese juicio- y se ajusta a derecho. Pero ligar el devenir de aquella empresa a la posición de nuestro periódico resultaría tan absurdo como suponer que la autorización gubernamental al señor De la Rosa para invertir en Tele 5 implica un contubernio entre los intereses de KIO en España y el partido socialista.

Respecto a la independencia y calidad de nuestro periódico, nos preocupa el juicio de nuestros lectores antes que el de la competencia.

Las opiniones de EL PAÍS -equivocadas o no- han sido siempre nítidas; sus dueños, conocidos; sus cuentas, auditadas desde el comienzo, y sus motivaciones, públicas. Esta trayectoria le ha valido desde hace más de 10 años, con el apoyo del público, el liderazgo de la Prensa española. Es a los lectores a quienes este diario se debe: a ellos -y sólo a ellos- a los que debe rendir cuentas. Y si hemos roto por un momento nuestra política de silencio frente a la insidia es únicamente para recordar que si callamos tantas veces es por prudencia y sentido de la dignidad. Cosas que algún inmaduro colega debería aprender, antes de pasar por la tentación de convertir a su diario en un libelo.

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