La sesión continua de Bobby Charlton
El ex jugador inglés se ha convertido en un embajador del fútbol
Bobby Charlton hizo ayer sesión continua, como las estrellas del cine cuando promocionan una película. Por la mañana despachó con cuatro periódicos; por la tarde, con otros tantos, y redondeó la jornada en TVE. Le preguntaron tanto por el Mundial que ya suelta las respuestas de carrerilla. "Mis cuatro semifinalistas", pronuncia sin mediar pregunta alguna, "son la URSS, la RFA, Italia y Brasil". Incluye a España en un grupo de subfavoritos junto a Holanda, Argentina, Inglaterra y Yugoslavia, pero matiza que, con los jugadores que tiene, sólo vota a Italia por su condición de anfitrión.
Afirma que Brasil ha ganado enteros con la incorporación de un libero a su patrón de juego. Apuesta por los alemanes en función de su tradición y la calidad de sus emigrados, como Klinsmann y Matthaus. Y sospecha que los soviéticos, liberados por la apertura de su etiqueta de malos de la película, ya podrán sumar la libre expresión creativa a su habitual fútbol industrial y de condición atlética.Charlton ya planifica para el año que viene los festejos del 25 aniversario del triunfo de su Inglaterra en el Mundial de 1966. Pero su vida ha cambiado radicalmente.
Llegó a Madrid con la famosa calva pelada por el sol de Dubal, donde grabó sin sombrero un vídeo. Ahora se va para Zagreb, Moscú, Frankfurt, Berlín, Bruselas, Estocolmo, Glasgow y Dublín, parándose en Dresden para participar, junto a los españoles Juanito y Camacho, en un histórico partido entre una selección de veteranos y otra de una Alemania unida.
Camiseta
Viste una camiseta con el emblema de Mastercard en el pecho "porque es el motivo de la gira", explica. "Es la tarjeta patrocinadora del Mundial de Italia. A través de votaciones entre los periodistas, van a dar un premio de entre mil y cinco mil dólares por partido al jugador que más y mejor ha asistido a su conjunto. El dinero irá a la obra de caridad elegida por el propio futbolista."
Chariton ya reparte su vida entre estas representaciones, el trabajo de relaciones públicas y la dirección de su escuela de fútbol en Manchester. "En mis tiempos", afirma, "habría sido impensable una escuela de fútbol porque jugábamos en la calle. La semana pasada volví con la televisión al campo donde jugábamos durante todo el día sin parar. Aún estaban los postes, pero no jugaba nadie. Ahora, para aprender a jugar son necesarias las escuelas".
"Al colgar las botas", prosigue, "me inicié como técnico en el Preston. Pero la directiva me censuró por tomar mis vacaciones en un lugar tan exótico como las Bermudas y luego peleamos por un jugador que ellos querían traspasar y yo no. Me fuí para trabajar en una agencia de viajes con un amigo y no he vuelto más al banquillo. No me arrepiento de la decisión".
Esta vida me permite viajar, jugar algún partido y estar tranquilo", dice. "La presencia de viejas figuras como Platini y Beckenbauer en los banquillos del Mundial no me inspira ni envidia ni ganas de retornar. Pero, en fin, ellos no tienen más cualificaciones que yo para entrenar. Si me llamasen a la selección inglesa, claro que iría. Si no, me tildarían de traidor. Pero no creo que me llamen. Yo estaré en Italia, pero comentando partidos para la BBC y haciendo relaciones públicas para los patrocinadores. Así estoy feliz", confiesa, mientras augura felicidad también para su hermano Jack, seleccionador de la República de Irlanda. "Él, al igual que yo, no se sintió cómodo entrenando en un club. Pero en la selección irlandesa parece haber encontrado su sitio. Su gran éxito es crear un ambiente muy relajado. Lo harán bien en Italia 90".
CharIton tiene una curiosa teoría: "El problema del Barça puede ser el color de su camiseta. Cuando Allan Ball, mi compañero en la selección que ganó el Mundial 66, consultó con varios psicólogos, cuando se convirtió en técnico, y pintó el vestuario visitante de color marron oscuro, porque inducía a la tristeza. El blanco es el mejor color. Es alegre y fácil de ver en el campo. Pero los colores del Barcelona...".
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