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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Política y negocios

EL DIMISIONARIO secretario de la Presidencia de la Generalitat, Lluís Prenafeta, es una de las personalidades más secretas, y a la vez sugerentes, de la actual clase dirigente. Este hombre de apariencia gris y discreta ha sido el audaz piloto de las operaciones políticas más comprometidas del Gobierno convergente a lo largo de 10 años. Su especialidad ha consistido en guiar el difícil eslalon pujolista, con sus vertiginosos deslizamientos entre la más rotunda lealtad a la Constitución y a las instituciones y sus aproximaciones a los límites del sisterna y de la propia legalidad. Lo ha hecho, con pericia desigual pero reconocida por sus enemigos, en asuntos vidriosos como las apuestas y juegos de la Generalitat, la televisión y las radios autonómicas o la proyección internacional de Jordi Pujol. Este despliegue de habilidad y riesgo políticos ha ido acompañado de una. incesante actividad privada: periódicos, bancos, financieras, seguros y curtidos se cuentan entre sus negocios y proyectos.La fiscalía barcelonesa, conocedora de que el brazo derecho de Pujol participa intensamente en un Gobierno con amplias competencias para conceder subvenciones, aprobar planes de urbanismo o adoptar toda suerte de decisiones con repercusiones empresariales, decidió hace dos meses abrir una investigación para estudiar si el poderoso secretario de la Presidencia de Pujol pudiera haber incurrido en algún tipo de incompatibilidad o irregularidad. Esta suspicacia fiscal sobre las actividades de Prenafeta y su dimisión temporalmente posterior afloran en un momento especialmente delicado, de fuerte polémica sobre las relaciones entre la ética y la política.

La dimisión de Prenafeta es súbita. Su protagonista la había previsto públicamente para, como muy pronto, el próximo mes de septiembre, con objeto de dedicarse enteramente a sus negocios privados. Todo indica, pues, que las diligencias fiscales no han constituido el motivo básico de la renuncia, aunque sí la hayan acelerado. Algunos pensarán que la labor fiscal pueda relacionarse con la promesa de catarsis realizada no hace mucho por Alfonso Guerra, olvidando que la fiscalía barcelonesa ha sido tradicionalmente muy independiente. Otros lamentarán en esta investigación una línea de continuidad con una supuesta persecución sistemática de espurias motivaciones contra Jordi Pujol y los suyos. Otros, finalmente, considerarán positivo todo intento de aclaración de posibles extralimitaciones en el ejercicio del poder.

Se escoja la hipótesis que se escoja, e independientemente de cuáles seari los resultados de las indagaciones jurídicas en marcha, cualquier aproximación sensata al asunto debe celebrar desde el punto de vista moral el anuncio de dimisión realizado por Lluís Prenafeta, pese a que lo haya acompañado de nerviosos e inadecuados improperios. Porque, aunque de forma tardía, y sin que su protagonista lo establezca claramente así, viene a reafirmar prácticamente que hay y debe haber una incompatibilidad clara entre la práctica política y la dedicación a los negocios: no es de cajón que bolsillo y patria ineluctablemente se excluyan, pero sí lo es que no deben confundirse.

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