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Tribuna
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Marisquería

Manuel Vicent

Cuando supo que el Frente Sandinista había perdido las elecciones en Nicaragua, el viejo revolucionario pensó que el último sueño también se había derrumbado. Cerró el periódico y no pudo evitar las lágrimas: unas mojaron su corbata de seda, otras cayeron como gotas de limón sobre las ostras que estaba tomando. Entre las patas de los centollos a esa hora en la marisquería no se hablaba sino de negocios redondos y eran peces gordos todos los clientes que allí había. El viejo revolucionario parecía uno de ellos. Había iniciado su fortuna revendiendo un par de chaflanes y luego, deslumbrado por ese golpe, se alistó en las finanzas no sin haber dejado atrás la propia juventud y aquellos amigos con los que compartió los pepinillos de Bulgaria. El éxito le había colocado un poco de tocino en la sotabarba, pero el viejo revolucionario conservaba intacta una pequeña área del corazón donde la hierba aún crecía con cierto esplendor y allí pastaba el caballo de Zapata, aquel que escapó de la emboscada llevándose la revolución a los prados más íntimos, más altos. Hubo un tiempo en que él también quiso cambiar el mundo. Viajó a Rumanía con una novia que siempre llevaba los dedos manchados de tinta y ambos confundían entonces la generosidad con la rebeldía. Ella fue torturada por la Brigada Político-social; él repartió panfletos maoístas mientras Raimon cantaba en la Villa bajo las floridas acacias de mayo. Eran jóvenes, creían en el paraíso, luchaban por la justicia, se amaban con furia en la sombra del Paraninfo después de la batalla con los guardias. ¿Dónde estaría ahora aquella muchacha? Antes de cerrar el trato con sus socios en la marisquería el viejo revolucionario tomaba unas ostras bañadas con lágrimas recordando los sueños que había abandonado. Imaginaba que los niños de Miami volvían a Managua a bordo de grandes descapotables, y por un momento creyó adivinar el sonido de un relincho que venía de muy lejos. Tenía un área en el corazón que no había entregado al enemigo todavía. Desde allí gritaba el caballo de Zapata.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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