Lucendo: "No guardo rencor a Cruyff"
El descubrimiento' del entrenador del Barça reconstruye su vida en el equipo aficionado
Lucendo Heredia llegó a pisar un día el cielo; después estuvo largo tiempo en el infierno, y ahora lucha por rehabilitarse en el purgatorio. Johan Cruyff le hizo debutar en el Barcelona, por arte de magia, el día en que comenzaba la Liga, cuando todavía compartía el cetme con el balón y el cuartel con los campos de Segunda B. Desde entonces no se ha acordado más de él. Hoy, cinco meses y medio más tarde, Lucendo no le guarda ningún rencor.
Lucendo, de 19 años, nació en Pedro Muñoz, Ciudad Real; y un año después aterrizó en Cornellá, donde su padre ejerce como obrero de la construcción y su madre hace las labores del hogar. Cumplidos los 11 años, jugando en el colegio, con el equipo del San Ildefonso, llegó a destacar hasta el punto de que los servicios técnicos azulgrana lo incorporaron. Y allí comenzó su historia, peleando cada temporada por subir un eslabón en la cadena de montaje azulgrana. Jugaba en el equipo aficionado -el cementerio, como le llaman algunos de los que han caído en este equipo -cuando un día apareció en Las Cocheras de Sants para jugar un amistoso y su entrenador, Jesús Antonio De la Cruz, le dijo: "¡Lucendo, hoy no te vistes!".Pensó en lo peor. Le iba a contar al mister que ya sabía que no podía entrenarse como los demás, pero que debía tener en cuenta que su mili consistía en muchas maniobras y reiterados ejercicios físicos. Quería relatarle su vida. Y entonces el entrenador le explicó: "Te vas a Figueres a jugar un amistoso con el primer equipo". "Me quedé de piedra", recuerda. Y se fue para Figueres "de relleno, porque Cruyff quería presentar dos equipos distintos". Y luego, "ya más asentado", jugó otro bolo en Palamós. Y, cuatro días después, llegó la Liga.
Deambulaba en el vestuario del Camp Nou, departiendo con Geli, en espera de que Cruyff anotara en la pizarra a los convocados para el partido de Valladolid. "Me quedé esperando la lista por cortesía", apunta, "porque sabía que mi oportunidad podría llegar dentro de un tiempo". Pero Toni Bruins Slot, el ayudante de Cruyff, obsesionado en encontrar un 10 a su gusto, le sugirió al entrenador que escribiera con tiza el nombre de Lucendo. Y Lucendo se vio allí apuntado en aquella pizarra. "¡Vaya sorpresa me llevé yo, y todo el vestuario!".Lucendo se fue nervioso para Valladolid, pero pensó: "¡Cálmate. Verás como es una concentración con el primer equipo". Nunca llegó a pensar en lo que luego le sucedió. "El mister nos llamó a las 12.30 para la charla. Puso la pizarra y anotó los números sin decir a quién correspondían. Lo fue desvelando línea por línea. Y llega al 7 y dice Lucendo. Yo ni me enteré hasta que todos mis compañeros coincidieron en sus miradas hacia mí. Miré al mister y me dijo: 'Sí, con el 7 tú, Lucendo'. Y me quedé hecho un flan". No comió a gusto. Se tiró toda la siesta sin pegar ojo y salió tintineando al estadio Zorrilla, de Valladolid, allí donde comenzaba la Liga, al lado de Koeman vestido de 8, con Eusebio mirándole desde el banquillo y Valverde en la grada.
El drama
No desentonó, pero aquella tarde-noche, aquel 2 de septiembre en que todo comenzaba, acabó fatal. El Valladolid le bailó al Barcelona: 2-0. "Cuando el árbitro pitó el final ya me temí lo peor", asegura.Cruyff se acercó a él en el aeropuerto, de regreso a casa, y le dijo: "¡Tranquilo. Tú no tienes la culpa de nada."'. "Pero comencé a leer los diarios y me hundí", cuenta. "El primer día sólo se criticó al equipo, pero al segundo y tercero se metieron conmigo. Parecía como si yo llevara en aquel partido todos los números, cómo si yo hubiera sido el único en jugar". Y comenzó a preguntar a sus amigos: "Dime la verdad, ¿Crees que yo...". Y todos le respondieron lo mismo: "¡No desentonaste, Lucendo!".Lucendo se hundió: "Entré en una racha descendente, me fuí hacia abajo. Quería dejarlo No jugaba con ilusión, ni bromeaba como antes con los compañeros. Me escondía de ellos, pero con el apoyo de los técni cos y de los amigos de verdad me he recuperado. Aquello de Valladolid ya es un buen recuerdo".
El problema es que los de mas no se han olvidado de él, ni de Valladolid, ni de Cruyff. En cualquier campo de Tercera División, que es donde juega este año Lucendo con el equipo aficionado, la toman con él: "Me dicen todo lo malo que se pueda imaginar. Todos me llaman Comencé por girarme hacia ellos, pero ahora ya no, aunque en estos terrenos de juego ya no preguntan si viene a jugar el Barcelona, sino si viene Lucendo. Y entonces me dicen: '¡hijo de Cruyff, como si yo fuera un capricho suyo, o '¡apoderado del Barça"'.
"No le guardo ningún rencor a Cruyff; le estoy agradecido", dice aunque no haya vuelto a acordarse de él ni en un entrenamiento ("me pregunto insistentemente el por qué"). Tampoco se ha sentido utilizado ("aquello me ha servido de experiencia"), y ni siquiera está dolido: "Ya sé que soy el punto de referencia de la situación de Cruyff y del primer equipo, que siempre que pasa algo o se comenta según qué cosas, sale mi nombre. Se me utilizó para criticar a Cruyff, pero lo he asimilado. Ya he aguantado todos los palos posibles. Sólo espero que a los chavales que lleguen un día al primer equipo no les suceda lo mismo que a mí. Que tengan más suerte que yo".
"Soy un mundo aparte", añade, "pero jamás he renunciado a cambiar de nombre. No tengo nada que esconder". Lucendo sigue soñando en que un día le llamará el técnico que sea para volver al primer equipo: "No tengo ningún miedo, y estoy contento, porque, aunque juego en el amateur, me entreno con el Barcelona Atletic, y eso es una buena señal". Mientras espera esa llamada, nadie, sin embargo, podrá evitar que este campeonato pase a la historia azulgrana como la Liga de Lucendo. Una Liga perdida.
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