_
_
_
_

Los jóvenes carrozas atacan Madrid

Las 'tribus' urbanas reviven las noches de los sesenta

Los yeyés se han puesto en pie de guerra y están tomando Madrid. Canas con ritmo salen de noche y cazan urbanícolas curiosos para mojarles en la música de su pasado en los locales de entonces. Los padres gritan "¡carrozas al poder!", porque empiezan a verse en la cuneta, y se reúnen con aires clandestinos en puntos clave como la reinaugurada Imperator, en los guateques de la sala Jácara o para echarse una de bolos manuales en el Scala, por ejemplo.

Manuel de la Calva celebró el viernes su cumpleaños en la sala donde comenzó su carrera hacia la gloria como cantante del Dúo Dinámico, la añorada Imperator. Aquella noche precisamente, españoles y madrileños veían saltar uno de los senos de Massiel al son del La-la-la en un programa de televisión que revivía la música de los sesenta con los protagonistas de entonces. El bolero del Scala pasaba esa noche colocando bolos tras el panel de las cuatro pistas que tiene el local. Bruno Lomas quizá empezara a contar las horas que le faltan para su actuación en el guateque que se monta en Jácara Plató Madrid el próximo miércoles.No se trata de las batallas entre rockers y mods, no hay frus-frus en las faldas ni hay tupés. No se trata de la estética que impusieron los carteles color crema que, de la mano de Óscar Mariné y compañía, anunciaban la ya vieja movida madrileña. No se trata de confirmar que lo kitsch es divertido, ni que Marilyn y Elvis siguen vivos, ni que también hay sitio para el look blanco de los sesenta que tanto criticaron los hippies. Eso ya lo sabe todo el mundo porque en el Madrid multicultural todo es posible.

Desempolvar 'elepés'

Las jóvenes generaciones se están dejando atrapar y admiten que se les mueven los pies -con sus zapatos de gamuza azul y que, al fin y al cabo, el último rock español no hubiera sido posible sin los viejos dinosaurios de los años sesenta. Madrid desempolva los discos de hace 30 años porque en las listas de éxito están pegando fuerte nuevos conjuntos de pop-rock español. El próximo guateque de la noche del miércoles en Jácara pone en escena a Flippo Carletti Combo, Bruno Lomas y Los Pasos... Es la aventura del revival una vez más.

Las actuaciones en directo y las mezclas de los pinchadiscos (que hacen bodoques rítmicos hilando reliquias con nuevas versiones) se están convirtiendo en gancho para los noctámbulos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Quienes lanzan el anzuelo al gran público son los protagonistas de la época que, como clientes, empresarios o artistas, llevan a la práctica expresiones tan manidas como "los viejos rockeros nunca mueren" o que existen paraísos para "jóvenes carrozas".

La noche de la reinauguración de la sala Imperator, José pinchó un incunable de Bob Dylan, la última grabación del Let it be y alguna de Elvis. Aseguraba que había traído gran parte de los discos de su casa y, mientras, jugaba un poco con el corto flequillo de su pelo engominado entre corte y corte. Parecía, de verdad, el tímido del grupo que en todos los guateques prefería quedarse a solas con el tocadiscos antes que con la chica.

Pasada la una de la madrugada comenzó la actuación en directo del grupo Los Rosillo, y fueron desgranando a lo largo de la noche versiones propias de temas de entonces. En el local sólo se había cambiado la tapicería; las luces psicodélicas y los espejitos que forraban las paredes de los sesenta estaban intactos. Los productores de este espectáculo, en el que está incluido el local, abrirán sus puertas tan sólo los viernes y sábados para los que quieran gozar de su Top 60.

El cine y los escenarios

Al fin y al cabo, todos tienen que ver con la época de gloria: o recuerdan las películas en blanco y negro de las tardes infantiles frente al televisor en los setenta, o imaginan que se han metido en los escenarios de películas taquilleras como Gran bola de fuego o, incluso, Ultima salida, Brooklyn.

Precisamente el cine Bogart enseña a quienes salen del Scala la versión original de esta última película. La disco-bolera abrió por vez primera sus puertas en 1953, y tal como nació se conserva ahora. Sólo ha necesitado hacer un peeling a sus tapicerías, porque la bolera sigue siendo manual (los bolos los colocan en su sitio las manos de un bolero anónimo vestidito de mono azul) y la decoración permanece. En esta ocasión la música de entonces se turna de domingo a jueves, los viernes y sábados el pincha pone de todo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_