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Tribuna
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Pescadores

Algunos ciudadanos se sorprenden cuando se les dice que entre todos los trabajos, el que da mayor índice de mortandad es la pesca. A veces se hace preciso aclararles que no se trata de la pesca con caña, sino de la pesca marítima, pero aun así. Algunos ciudadanos se han creído eso de que los pescadores, como buenos marineros, fuman en pipa sentados en un noray rememorando aventuras y en cada puerto tienen un amor. Cuanto hagan entre lo de la pipa y lo del amor es asunto que no se plantean. Quizá se deba a que los pescadores no han tenido literatura suficiente. Por ejemplo, los mineros, los cultivadores de coca, los sexadores de pollos, cuentan con buena literatura, y ése sería el motivo de que la ciudadanía -al menos la ilustrada- conozca bien sus trabajos y sus zozobras.

Hay excelentes novelas sobre la pesca de altura y sobre la vida del marino en general, pero aún son pocas. En cambio, los tópicos son muchos. Años atrás, una importante academia dedicada a preparar patrones de pesca y marinos mercantes se anunciaba con el siguiente reclamo: "Vestirás elegantes uniformes, visitarás países exóticos, conocerás bellas mujeres...". Los que aprobaban y, en efecto, conseguían el título, se encontraban luego con la cruda realidad: largas singladuras, rutas monotonas, trabajo duro.

El pescador de altura se puede pasar meses sin ver a la familia, sólo toca puerto para vender las capturas o reparar averías, mientras entre pesca en las redes no tendrá descanso, duerme en camarotes angostos, si se levanta la mar ya puede rezar lo que sepa, y al acabar la marea le pagarán cuatro duros, como quien dice.

Y, sí, quizá también fume en pipa y tenga en cada puerto un amor. Pero como a lo mejor sólo toca un puerto -el suyo- y fumar está mal visto, no le queda otro recurso que el pataleo. Lo cual suele suceder con los pescadores de altura en particular y los marinos en general.

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