Transición peligrosa
LA SITUACIÓN de Rumanía se ha agravado seriamente en los dos últimos días. En un país sin poder legal, con un aparato estatal que acaba de hundirse, la prolongación del caos y la agudización de los enfrentamientos en las calles entre partidarios de diversos partidos políticos tendrían consecuencias dramáticas. A todos interesa evitar una espiral de violencia y fanatismos. La manifestación del domingo pasado, organizada por los estudiantes y los partidos tradicionales que acaban de iniciar su acción política (como el Nacional-Campesino y el Liberal), puso de relieve que muchos ciudadanos desconfían del Frente de Salvación Nacional (FSN), porque en él figuran personas que han tenido cargos en el viejo régimen, si bien fueron luego apartadas y perseguidas por Ceaucescu. Los manifestantes expresaron sobre todo su temor de que el FSN, aprovechando la televisión y los restos del viejo aparato estatal, intente ganar las elecciones presentándose como la única fuerza que ha luchado por liberar el país.La réplica del FSN resultó particularmente escandalosa por su agresividad contra las sedes de los partidos que acaban de organizarse, cuyos dirigentes tuvieron que salir protegidos por el Ejército. ¿Se trató de una maniobra deliberada de la dirección del FSN o de acciones de grupos irresponsables movidos quizá por funcionarios de la Securitate interesados en sembrar el caos? Después de lo ocurrido es evidente que la preparación de las elecciones con un mínimo de imparcialidad exige un Gobierno en el que no sólo figure el FSN, sino que merezca la confianza del conjunto de las fuerzas democráticas. Lo decisivo es que los electores puedan expresar sus opiniones en un clima de pluralismo, de igualdad de oportunidades para todos. Por diferentes que sean las condiciones de la RDA -donde el cambio se ha hecho sin violencia-, lo ocurrido con el Gobierno de Modrow es aleccionador. Éste ha sido ampliado con representantes de los partidos de oposición precisamente porque no podía garantizar unas elecciones pluralistas si estaba formado solamente por miembros del antiguo partido comunista o de los partidos que actuaban como sus satélites. La misma necesidad se plantea, aún con mayor razón, en el caso rumano. Por ello es positivo que se hayan anunciado negociaciones entre los partidos tradicionales y el FSN.
¿Es ilusorio pensar en una negociación serena en Rumanía entre el FSN y las otras fuerzas democráticas para preparar un Gobierno provisional aceptado por todos? En todo caso, los Gobiernos de Europa occidental, que han dado un respaldo internacional al FSN por su papel en la destrucción de la dictadura, están en condiciones de hacerle comprender ahora la necesidad imperiosa de una preparación transparente de las elecciones.
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