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Barceló expone sus lienzos africanos

El pintor presenta su obra más reciente en la galeria Soledad Lorenzo de Madrid

Miquel Bareceló ha inaugurado recientemente una exposición en la galería Soledad Lorenzo, de Madrid. Sus recientes viajes por África han dejado en los Ojos del pintor un rastro que Barceló parece analizar en estas sus más recientes obras con un microscopio. Pueden descubrirse en estos últimos cuadros algunos recuerdos magnificados de lo imperceptible, de lo infinitamente pequeño pero aquí trasladado a un lenguaje cósmico. El artista no sólo expresa esas experiencias en su pintura, sino también en una serie de breves textos que le sirven de apoyo o pasatiempo. El pintor escribe, aunque ese escritor dice que prefiere leer.

Cuando se habla de "un Barceló" la referencia es, hablando en términos generales, a una pintura, a un cuadro. Pero "un Barceló" puede ser, sobre todo en los últimos tiempos, también otra cosa, por ejemplo un cuento. Un relato breve, una anécdota, un simple pensamiento, "una de las cosas que suceden en un taller", según expresión suya. De este modo, el artista mallorquín prefiere que lo que acompañe a sus cuadros en un libro o en un catálogo de una exposición suya sean algunas palabras escritas por él mismo. Se trata de apuntes propios, y no un texto teórico redactado por la pluma de algún extraño."Un pintor llegó a su taller, cierta mañana, con una resaca terrible. 'Pintar como un viejo sin fuerzas, lleno de sabiduría', se decía. Imágenes que aparezcan con la misma naturalidad que los champiñones en el estiércol. Horas más tarde, cuando despertó en el sofá, dio un vistazo desolado al taller: seguía el estiércol, pero no había rastro de los champiñones", escribe para esta muestra.

Cambiar de lugar

Sin embargo, los champiñones sí aparecen y Miquel Barceló pinta. Ha hecho exposiciones en los últimos meses en diversos paises: Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania y España. Al mismo tiempo tiene en preparación un libro con Paul Bowles, en el que el escritor elabora sus textos a partir de lo que le sugieren las pinturas de Barceló.En febrero próximo se presentará una versión suya de la obra de Manuel de Falla El retablo de maese Pedro, inspirada en uno de los capítulos de El Quijote. La pequeña ópera del compositor andaluz será montada por uno de los elencos de la ópera de París, y para ella el pintor mallorquín ha diseñado los escenarios y el vestuario. Las pinturas ahora expuestas en la galería madrileña tienen un precio de venta que oscila entre los 5 y los 11 millones de pesetas.

"El hecho de pintar un cuadro, sabiendo que cuando lo termines habrá ya 15 personas que quieren comprarlo es algo que no aguanto durante mucho tiempo", dice Miquel Barceló, "por eso me gusta cambiar de lugar". No dice viajar, sino cambiar de lugar. "En definitiva, uno siempre está de viaje", comenta. Sus recientes viajes a África han influido en su paleta -en la que ahora, y como consecuencia de estos viajes, dominan los blancos-, en su concepción del universo y en su visión de la realidad.

La exposición de la galería madrileña de Soledad Lorenzo presenta una serie de cuadros realizados todos ellos en los últimos seis meses. "Intento buscar en estos lienzos la luminosidad de África", afirma el artista mallorquín, "la fuerza de sus sombras". Los cuadros concebidos por el pintor envuelto por esa luminosidad africana son semejantes a centros de un huracán quieto y pálido. En algunos de ellos surgen, aparecen insectos.

Dice Miquel Barceló: "Cuando estás en medio de las grandes extensiones, como el desierto, en su aparente quietud, descubres de pronto que hay movimiento, que te encuentras en una galaxia distinta".

Últimamente leo mucho sobre cuestiones de arqueología, sobre etnología y también incluso sobre la física cuántica. Creo que todo eso tiene mucho que ver con lo que ahora estoy pintando". Se trata de una galaxia construida con la misma materia de que están hechos el tiempo, la palabra y lo blanco, ese color que no es color, que es una amplia tierra de nadie.

Tierra de nadie

Un texto de Barceló: "A causa de unos visados tuve que pasar un día y una noche en una franja llena de basura, que separa C... de D... Construí un tirachinas para pasar el tiempo. Cuando hube acabado, una multitud de jóvenes y adultos me rodeaba. Sin levantarme, les indiqué un gran lagarto naranja y azul, inmóvil, a unos 15 metros. Apunté cuidadosamente, solté la piedra y, ante mi asombro y la admiración general, cayó muerto al suelo. Al anochecer estalló una tormenta. Los policías comían mangos bajo un cobertizo, bastante divertidos por mis preparativos para pasar la noche. Caían rayos por doquier y yo era la única protuberancia en esta tierra de nadie. Me tranquilicé pensando que se puede morir en C... o en D..., pero no sobre una línea imaginaria. A la mañana siguiente no había ni rastro del lagarto".

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