El mayor espectáculo de Estados Unidos
Una semana de fiestas millonarias para celebrar la Super Bowl del fútbol americano.
La Liga profesional de baloncesto norteamericana (NBA) trata al deporte como espectáculo, un precepto que le ha permitido conquistar nuevos mundos en el decenio de los ochenta. Pero no la del fútbol americano (NFL), de cuyo campeonato se disputa la final el próximo domingo en Nueva Orleáns (televisiones autonómicas, en diferido). Para la NFL, el espectáculo es deporte; cuanto mayor, mejor. Desde un principio, la Super Bowl se ha ordenado con números romanos y es el máximo acontecimiento deportivo del país. Ningún otro se le compara en expectativas o preparación, ni siquiera el Derby de Kentucky o las 500 Millas de Indianápolis. A la NFL le cuesta más de 12 millones de dólares organizarlo. Un anuncio de 20 segundos durante su retransmisión televisual vale 300.000 dólares.
Con unos 80.000 visitantes y más de 2.300 cronistas acreditados, la Super Bowl XXIV será una bacanal que durará una semana y no encontrará su momento apoteósico hasta el domingo, cuando se inicie el partido entre los San Francisco 49ers, los campeones de la Conferencia Nacional, y los Denver Broncos, los de la Conferencia Americana. Este año no sólo habrá un concierto del cantante español Julio Iglesias sino también otros por parte de Eddy Arnold y Jimmy Buffett, el guitarrista de blues B. B King y la Sinfónica de Nueva Orleáns. "Esta ciudad se prende como una bombilla para la Super Bowl", dice con orgullo Warren Newton, consejero delegado del comité organizador.
144 millones de dólares
Hay tanta fiesta y actividad vinculada con la celebración del encuentro que se pueden obtener 144 millones de dólares de ingresos económicos para la sede, como ocurrió el año pasado en Miami. La última vez que la final se celebró en Nueva Orleáns, en 1986, se movieron unos 226 millones de dólares. Miles de espectadores viajan a ella sin siquiera tener entradas porque de lo que más quieren disfrutar es del jolgorio, mientras que por el resto del país millones utilizan el día como excusa para organizar reuniones entre amigos y presenciar juntos la retransmisión televisual. De los 10 programas con más alto nivel de audiencias en la historia de la televisión norteamericana, nueve son retransmisiones de la Super Bowl y todas ellas sobrepasan los 100 millones de telespectadores, casi la mitad de la población de Estados Unidos y tres veces la de España.
Todas las cifras que tienen que ver con una Super Bowl son excesivas. Una entrada vale 150 dólares. La Liga necesita entre 11.000 y 12.000 habitaciones de hotel para su propio uso, el de la Prensa y el de los patrocinadores. La NFL organiza espectáculos en el campo para antes del partido y para el descanso, programas que pueden alcanzar un presupuesto de tres cuartos de millón de dólares.
Cada día se organiza una comida, una cena y una fiesta de categoría y con invitación exclusiva. Mickey Barthelemy, la esposa del alcalde de Nueva Orleáns, tiene el viernes una comida con las de los jugadores y los 28 propietarios de los clubes. Esa misma noche, el recién nombrado comisionado, Paul Tagliabue, tiene su propia celebración, con más de 3.000 invitados, que es considerada la más grande de la semana. "Es casi más fácil conseguir una entrada para el partido que una para estas fiestas", dice Jim Heffernan, director de relaciones públicas de la NFL. El sábado, la asociación de alumnos de ésta presentará en una cena los honores de fin de año, tales como "el más valioso", en la que el cubierto costará 1.000 dólares. En la lista de invitados destaca esta vez la asistencia del presidente, George Bush, y su mujer.
Cierta polémica
Los patrocinadores de la Liga pagarán el día del partido hasta un millón de dólares para montar casetas con bebida y comida para entretener a los directivos, clientes e invitados mientras esperan su inicio, a últimas horas de la tarde.
Es una fiesta que casi no tiene fin y hay gente que cree que esto es excesivo. El dueño de los Broncos, Pat Bowlen, ha declarado esta semana que Nueva Orleáns es una "experiencia sólo para adultos". "Es una ciudad dura", dijo; "no creo que sea un buen sitio para niños y familias. Ciertamente, me temo que no hay mucho para divertir a los niños".
La respuesta fue inmediata e igual de fuerte. "¿Dónde ha estado este tío últimamente?", dijo Beverly Gianna, directora de la comisión de turismo y convenciones de Nueva Orleáns. Mientras tanto, la esposa del alcalde contestó: "Tengo tres hijos y nunca he tenido un problema. No creo que la mayoría de la gente tenga más inconvenientes de los usuales para- encontrar diversiones para sus hijos".
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