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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Juzgar céleres piruetas

Espoleado por la campaña de crucifixiones que se ha desatado a raíz del partido de fútbol Barcelona-Sevilla y su pintoresco arbitraje, en la que participa destacadamente EL PAIS llevando al Gólgota al FC Barcelona por su falta de ética cristiana al no ofrecer la otra mejilla, me animo a intervenir como lector fiel de su periódico e inveterado aficionado al fútbol.Y es que este asunto me recuerda al de los comunistas inasequibles al desaliento que, en un alarde de elipsis neuronal, le echan la culpa de todo el fiasco del socialismo real a los estalinistas; en el tema que nos ocupa, los celosos defensores de la virginidad ético-estética del árbitro Brito Arceo han acabado por clavar en el madero al aparentemente perjudicado club catalán tras una sofisticada labor de cirineos a favor del jacarandoso árbitro canario que convirtió un magnífico espectáculo deportivo en impresentable vodevil.

Vaya por delante aquello del debido respeto a la autoridad competente -arbitral por su puesto-, la dificultad intrínseca de juzgar céleres piruetas alrededor de un esférico saltarín en décimas de segundo y el aparcamiento por necesidades convivenciales de la duda razonable sobre sistemáticas ayudas a terceros. Lo que pretendo resaltar es el sinsentido de defender bajo el entrañable señuelo del error humano la incompetencia flagrante de tantos colegiados españoles (no todos, afortunadamente), que, amparados en tal magnanimidad, hacen del error norma de conducta; del protagonismo, rito litúrgico, y de la gesticulación autoritaria, provocación permanente, atufada de racial chulería (¿no querías caldo?, pues dos tazas de penaltis singulares). Una cosa es el error humano aislado y otra muy distinta la contumacia en la equivocaión, su unidireccionalidad, la bravuconada y la manicomial heterogeneidad en la interpretación del reglamento de que hacen gala los colegiados españoles, peculiaridades sobre las que el señor Brito dictó una lección magistral en el partido de marras.

Precisamente ahora que TV-2 se muestra por fin generosa con el fútbol inglés, invitaría a los aficionados desapasionados a observar la general discreción de los árbitros británicos, su mesura gestual y rigor, el aura de respeto que generan y la extraordinaria parquedad de sus errores. Claro que las crónicas periodísticas apenas los mencionan, y ninguno de ellos es conocido más allá de los confines de su barrio.

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¿No creen, señores jerifaltes, que más que plantear la profesionalización de los árbitros sería prioritario practicarles una prueba psicológica antes de soltarlos en la arena de un circo?-

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