Ir al centro
Como vivo en Alcobendas y hacía tiempo que no iba al centro de Madrid, decidí el sábado día 2 de diciembre llevar a mis niños a que vieran la decoración navideña de calles y establecimientos comerciales. Teniendo en cuenta las fechas, no puedo decir que me sorprendiera la aglomeración de personas o el caos circulatorio; sí que éste se prolongara hasta al menos las once de la noche, hora en que volví a casa.Pero lo que realmente me admiró fue el aumento de la audacia de los infractores, de la que pongo dos ejemplos concretos: en la zona de Huertas tuve que levantar dos veces en volandas el cochecito de mi hijo pequeño con él dentro, ya que los automóviles que atestaban la calzada y los aparcados en ambas aceras, ocupándolas por completo, impedían otra forma de paso; en la carrera de San Jerónimo me vi obligado a circular muy despacio, entre otras cosas porque había una larga fila de vehículos estacionados justo en medio de la calzada.
No ya una sola grúa, sino lo que se dice ni un miserable papelito de multa llegué a ver en ninguno de los dos casos. Pero esto no quiere decir que en Madrid no haya Policía Municipal. Que yo sepa, el sábado 2 de diciembre del pasado año había por lo menos 15 coches con toda su dotación en la plaza de Santa Ana, impidiendo que unos peligrosos artesanos ofrecieran al público su perniciosa mercancía, compuesta de pendientes, muñecos de pasta de papel, plumas y calidoscopios.
El domingo 3 de diciembre leo en el periódico que tales enemigos públicos recibieron su merecido: una carga policial en los términos, habituales.
Menos mal que vivo en Alcobendas, digo.-
