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La pescadilla y los taxistas

Ana Alfageme

"Es la pescadilla que se muerde la cola, sí. Si tu vida privada no es apasionante, trabajas en exceso. Si trabajas demasiado y te enganchas, el agotamiento limita tu mundo personal y tus relaciones. Y vuelta a empezar". Cristina, de 29 arios, salió de este círculo bruscamente, cuando el delirio laboral la llevó a pedir 15 días de vacaciones a su empresa para irse a Barcelona "a aprender" para su nuevo puesto directivo. "O sea, una estupidez o un agobio mental, como quieras llamarlo". Era su oportunidad. El puesto le venía grande, y su autoexigencia fue paralela.La cuestión es que se hundió. "Salíamos de trabajar un compañero y yo. Él se percató antes que yo de que tenía la cara descompuesta. Rompí a llorar y me agarré a él. Me sentí terriblemente cansada, no queriendo parar. Estaba engañándome...".

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Cristina estudió Historia sin mucha convicción. El paro y su natural capacidad la llevaron a su actual ocupación como directiva en una empresa de transportes internacionales. Ahora trabaja nueve horas, más o menos, y ya no se siente enganchada al trabajo como entonces. Cree que en la dedicación interviene, desde luego, la falta de vinculación afectiva. "O sea, que hay que ser un soltero liberal con una vida privada-pública", afirma, "si tienes pareja, cortas en un momento determinado". Ha observado también que los hombres casados permanecen más horas en el trabajo en temporadas en que, por variadas razones, prefieren no estar en casa.

Ganar para huir

Nadie reconoce su adicción al trabajo, en esa confusa neblicial del éxito, igual que hay alcohólicos que juran que beben "lo nornial", porque precisamente es normal socialmente la media docena de combinados y alguna cosa más que se meten entre pecho y espalda cada día. Pese a que los workaholics no suelen consultar por eso, el psiquiatra Diego Figuera ha visto casos de adicción en profesionales liberales, empleados "de banca, por ejemplo", que tienen que mantener su posición, "y en taxistas, que consultan por calambres, dolores de cabeza y de tripa y otros problemas psicosomáticos, y es que están al volante del coche 18 horas al día. Lo que ocurre es que tienen una mala relación de pareja y una regular aceptación de los vínculos con los hijos. Con la excusa de conseguir una casa mayor y mejorar las comodidades, huyen de casa, pero se convierten en esclavos".

"Los límites en el trabajo te los tienes que poner tú", dice él con ciertas dudas sobre su propia capacidad para interponer los suyos. "Por ejemplo, hay médicos que se ponen muchas guardias y se pasan todo el día en el hospital, un régimen de vida que se acaba convirtiendo en una necesidad".

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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