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INVASIÓN EN PANAMÁ

Prisioneros del imperio

Antonio Caño

A. C. "!Retírense, retírense! !No está permitida la Prensa", advierte una oficial norteamericana que vigila a varias decenas de prisioneros en el solar de la aduana de Panamá. Unos se encuentran bajo tiendas de campaña, otros permanecen con las manos atadas y rodeados por alambre de espino.

Las autoridades norteamericanas no facilitan información alguna sobre el destino o el tratamiento de los presos. Tampoco la Prensa de Estados Unidos ha demostrado hasta ahora demasiado interés en este tema. La aduana no es el principal Iugar de concentración de prisioneros.

Las tropas norteamericanas han habilitado dos campos especialmente en las afueras, de la ciudad, cerca de la base aérea de Howard. Son los campamentos de Nuevo Emperador y Cocolí, donde, según cifras oficiales norteamericanas, hay alrededor de 5.000 persona.

Los detenidos de mayor relieve son trasladados a dependencias militares norteamericanas. Entre los últimos capturados se encuentra la amante de Manuel Antonio Noriega, Vicky Amado, que estuvo junto al general depuesto durante muchos años, y el ex ministro de Relaciones Exteriores Leonardo Kam. Los norteamericanos han asegurado que no tienen nada contra la esposa de Noriega, Felicidad Siero, ni contra el resto de su familia. El ex presidente Francisco Rodríguez se ha librado del arresto con una declaración de reconocimiento del nuevo Gobierno.

Según testigos presenciales, Vicky Amado fue sacada de su casa en la madrugada del miércoles por soldados norteamericanos, que la ataron y la amordazaron. Por solicitud de su madre, que se encontraba junto a ella en el momento de la detención, Amado, una mujer joven y muy atractiva, pudo evitar que SC la llevasen en camisón.

Paradero desconocido

Los familiares de otros presos menos ilustres tienen dificultades para averiguar el destino de sus parientes. En la entrada de la aduana varias personas preguntan diariamente qué se sabe de sus familias.

La esposa de Roger Herrera, un sargento de 31 años detenido en su casa hace tres días, pide a los norteamericanos con los Ojos húmedos que suelten a su, marido, que él no ha hecho nada malo. Le acaban de informar que se encuentra en Cocolí. Detrás de ella preguntan la hermana y la madre de Jorge Enrique Sánchez, un joven de 22 años que formaba parte de los Batallones de la Dignidad. La mujer dice que su hijo sufre ataques epilépticos y trastornos mentales; que ya le había advertido que no se metiese en eso, pero que no le hacía caso. Los familiares confiesan su rechazo al régimen del general Noriega y piden un castigo ejemplar para él. De ninguno de ellos es posible arrancar una crítica a la invasión.

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