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INVASIÓN EN PANAMÁ

Embajadas asediadas en una ciudad sin ley

A. CLARET (EFE) Las embajadas extranjeras en Panamá viven jornadas de angustia y frustración desde que empezó la invasión estadounidense, quedó desmantelada la Administración del anterior régimen y la capital fue sumida en la anarquía y el caos.

Los representantes y pexsonal diplomático quedaron atrapados en una ciudad sin ley, con sedes y, residencias convertidas en objetivo codiciado de saqueadores alentados por la desaparición de la policía y de toda autoridad.

El embajador francés, Jacques Rummelhardt, tuvo que asistir el viernes pasado, impotente, al saqueo de su sede diplomática. También su resiencia fue tiroteada. Ambos edificios estaban totalmente desprotegidos.

El embajador de España, Tomás Lozano Escribano, lleva más de 24 horas sin poder salir de la embajada, en la plaza de Porras, en el corazón de la capital, que fue declarada zona de combate sin previo aviso por las tropas norteamericanas.

Los cinco representantes de la Comunidad Europea no han podido celebrar una sola reunión desde la noche del martes, cuando las tropas estadounidenses atacaron el cuartel del general Noriega y otras instalaciones militares.

"Sólo hemos podido comunicarnos por teléfono, y con dificultades", reconoció Lozano, que destacó la ingente tarea a la que él y todos sus colegas ha tenido que hacer frente desde entonces, entre otras cossas para atender a comunidades de compatriotas, que en el caso de la española rebasa las 12.000 personas.

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Las embajadas de Nicaragua y Cuba estuvieron rodeadas por blindados estadounidenses durante más de 4 8 horas para evitar, según algunas fuentes, que se refugiaran en ellas personalidades del régimen de Noriega.

Tierra de nadie

Al desintegrarse la Administración, todas las representaciones diplomáticas, quedaron en tierra de nadie, tratando de buscar un contacto con las nuevas autoridades y, sobre todo, con el Ejército norteamericano, al que uno de ellos calificó como "única faente real de poder en Panamá".

El diplomático francés no pudo moverse de su casa, en un barrio residencial, cuando le llamó el conserje de la embajada el jueves por la noche para anunciarle que una turba de borrachos había invadido la sede, en el casco viejo de Panamá. Rummelhardt comentó en voz entrecortada, por teléfono: "Me están desvalijando la embajada". Y reprodujo el relato, de su conserje, según el cual los saqueadores estaban en varias dependencias iluminadas, algunos salían a los balcones con algún trofeo en pleno toque de queda, mientras chiquillos y otra gente asistía al asalto desde la plaza de Francia, delante de la sede.

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