El frenético ritmo de Fraga
El candidato popular desata una cruzada para desalojar a los 'infieles' del palacio de Raxoi
Manuel Fraga, de 67 años, presidente del PP y candidato por este partido a la presidencia de la Xunta de Galicia, lleva cerca de tres meses haciendo campaña electoral. Hace una semana, cuando el resto de los candidatos apenas empezaba a dar sus primeros pasos, él ya había recorrido las cuatro provincias gallegas en todas direcciones, y aún hoy no hay ningún otro líder que pueda mantener su frenético ritmo: miles de kilómetros están ya a sus espaldas. Fraga ha desatado una auténtica cruzada en Galicia para desalojar a los infieles del palacio de Raxoi, y no descansará hasta conseguirlo.
Fraga sabe que juega en su propio terreno y que nunca ha estado tan cerca de lograr el triunfo, su primer triunfo electoral. Sabe también -aunque lo niegue- que se juega algo más que la oportunidad de devolver la hegemonía a su partido: su propio futuro político depende en buena medida de los resultados que obtenga el próximo día 17.Cada día, cuando despunta el amanecer, es el primero en levantarse. A excepción de su chófer y de la escolta policial que lo acompaña, el resto de sus colaboradores descansa todavía, apurando los últimos minutos de sueño. Fraga duerme poco, pero no parece importarle. Fiel a una decisión inamovible, que pretende mantener aún en el caso de llegar a la Presidencia, recorre diariamente decenas de kilómetros suplementarios con el único objetivo de dormir en el chalé familiar de Perbes, todavía a medio reconstruir tras el atentado con bomba que sufrió hace un año y medio. Cuando se incorpora a la caravana electoral, todo son prisas y carreras, y la angustia de que la prodigalidad del jefe agote un día las existencias de propaganda. Un molesto resfriado, que arrastra desde los primeros días, no le impide sobrellevar el cansancio con buen humor.
El pasado jueves visitó un mercado de La Coruña, una de las circunscripciones junto con Orense donde el PP se juega la mayoría absoluta. Llegó arrollando, protegido y a la vez hostigado por una comitiva de furiosas partidarias que no dejaban de corear su nombre: "¡Fraga, Fraga, presidente, presidente!". No hubo heridos, pese a que alguna infeliz e incrédula ama de casa a punto estuvo de ser pisoteada por la turba. Muchas personas se unían espontáneamente a la marcha y se acercaban al candidato para estrechar su mano ("hoy es un día de suerte", expresó un hombre maduro al conseguirlo), dar muestras de afecto o pedir un esquemático autógrafo. Fraga agradecía todas las atenciones, y se mantenía imperturbable ante las contadas ocasiones en que recibió la recriminación de algún disidente.
Un joven airado le increpó pidiéndole explicaciones sobre las supuestas conexiones entre la derecha y el narcotráfico, mientras una pescadera ondeaba desafiante un cartel electoral del PSOE y una débil anciana intentaba contrarrestar el griterío con un hilo de voz: "¡Felipe, Felipe!".
El hijo de Fraga
El momento más incómodo habría de venir, sin embargo, de un simpatizante crítico: "Yo he roto lanzas por usted, don Manuel, pero me dolió mucho lo de Mancha". "Teníamos que buscar a alguien mejor y ya lo tenernos", respondió Fraga: "Más me dolió a mí, que era como un hijo".
Manuel Fraga es un personaje popular en su tierra. En todas partes le conocen y en todas partes es bien recibido. El aparato del partido en cada provincia se cuida además de movilizar a todos los militantes disponibles y de conseguir llenos en los cines y discotecas de los pueblos (Santa Comba, El Burgo, La Estrada, Lalín...). Se le presenta casi como al salvador de Galicia, apelando a su imagen de político honrado y de gran estadista. Un folleto recientemente distribuido presenta fotografías suyas en compañía de personalidades políticas de todo el mundo, desde el rey Juan Carlos al Papa, desde Margaret Thatcher al sandinista Manuel Ortega, desde Silvio Berlusconi al presidente del Real Madrid, Ramón Mendoza.
En los mítines (hasta tres al día en ocasiones), el candidato del PP evita en lo posible referirse a los líderes de otros partidos y, en especial, al actual presidente en funciones de la Xunta, el socialista Fernando González Laxe. Sus primeras andanadas (le llevó a calificar de "pipiolo indocumentado" y de padecer "pequeñez mental") han remitido, y sólo se permite, por el momento, algún que otro ataque lacerante contra el actual Gobierno de coalición: "Hay que salir de esta vergüenza en la que nos están sumiendo esos pactos contra natura", espetó ayer ante 400 seguidores en el teatro Principal de La Estrada (Pontevedra), provocando el aplauso unánime del auditorio.
"Mayoría suficiente"
Su lucha por conseguir la mayoría absoluta ("una mayoría suficiente", gusta de decir) le ha llevado a combatir denodadamente la abstención rural y a efectuar un discurso con ribetes nacionalistas, disputando a los partidos que se reclaman de esta ideología el electorado moderado de centro.
Fraga, que habla preferentemente en gallego, propone un nacionalismo particular, con un fuerte respaldo estatal y solidario con el resto de las comunidades autónomas. Ayer mismo llegó a Santiago un tren especial con 500 simpatizantes valencianos, cargados con naranjas y todos los ingredientes necesarios para hacer una paella. La llegada de estos militantes hizo que Manuel Fraga se emocionara y se le quebrara la voz.
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