Autonomía sindical
El avance en el cambio de la sociedad es primordial para el entendimiento entre UGT y el PSOE, según el autor, para quien las grandes cuestiones planteadas en el Acuerdo Económico y Social (AES) y la potenciación de un entramado en la sociedad fuerte e involucrado en un giro social -permitirán un avance de posiciones, -sin que otras fuerzas a la izquierda del socialismo utilicen las reivindicaciones de las fuerzas populares como suyas y se erijan como únicos valedores.
La brecha abierta entre UGT y el PSOE en estos tres últimos años ha provocado una auténtica esquizofrenia entre los afiliados de las dos organizaciones y, es más, entre los cuadros y los propios dirigentes.Podríamos parafrasear a Umberto Eco cuando hablaba de .apocalípticos e integrados". La dialéctica entre las dos organizaciones ha provocado posicionamientos radicales a ambos lados: apocalípticos del PSOE que quieren destruir la autonomía del sindicato, como se demostró en los preludios del 14-D; apocalípticos de UGT que quieren renunciar al referente socialista del sindicato y juegan a otras aventuras más a la izquierda.
Esta esquizofrenia no es nueva en el socialismo. No es nueva la anécdota imputada a Willy Brandt cuando le decía a Helmut Schmidt. "Ponme en orden la pocilga". La pocilga era nada más y nada menos que la todopoderosa DGB alemana. El enfrentamiento convirtió a la DGB en un sindicato no dependiente del SPD, pero sí lo consagró como una organización socialdemócrata.
La pugna en la familia socialista no es un hecho aislado, y se podrían poner más ejemplos. El sindicato socialista y el partido socialista deben ser conscientes de que su conflicto es natural; una naturalidad basada en una pugna de intereses lógica.
Un sindicato se enfrenta, y debe enfrentarse, al partido del Gobierno siempre, casi por, definición de lo que es una organización sindical. Los trabajadores representados por el sindicato piden mejoras sociales, mejor calidad de vida, mejor enseñanza, mayor cobertura de desempleo... Piden, y por tanto son un termómetro para los gobernantes de turno en la valoración de su política.
UGT, fiel a su papel, se ha limitado a defender los intereses de los trabajadores y de las clases sociales más desprotegidas.
El partido en el Gobierno defiende los intereses de un Estado y de todas las clases sociales, pero el partido socialista no puede perder de vista su referente social.
Sindicalizar este conflicto es tema de todos. Los dirigentes de ambas organizaciones deben enterrar el hacha de guerra y plantear soluciones y, sobre todo, no fomentar los problemas de conciencia de los afiliados.
¿Votar al PSOE, no votar, votar a otras fuerzas? En UGT se han planteado en las últimas elecciones generales verdaderas crisis de identidad. El voto en conciencia fue decidido en un comité confederal. Era una, decisión arriesgada, pero moderna, que reflejaba el sentir de toda la organización. Esta decisión, sin embargo, es ahora ya, un mes después de los comicios, un camino sin retorno para el sindicato socialista. Esta decisión es el gran capital social de la UGT.
Palos a las ruedas
La cuestión no era, como planteaban voces interesadas, no votar al PSOE, porque no es preferible que un partido de izquierdas esté en el poder para que, el día después, desde el sindicato volvamos a la carga con nuestras reivindicaciones, con más fuerza si cabe, planteando además con rigor el corrimiento del voto socialista hacia la izquierda, lo que nos permite reclamar el tan ansiado giro social retardado y bombardeado por la beautiful people. Declaraciones como las de Solchaga y Rubio hace unos días no hacen más que poner palos a las ruedas en unos futuros acuerdos. El ajuste duro no puede afectar ya a los trabajadores. Las dos concepciones que se barajan hoy, en el campo económico, son el ajuste duro y el cambio social. UGT apuesta por la segunda, porque hay otra forma de política económica que nunca acometerá la beautiful people.
En 1982 todos nos volcamos en un proyecto; en 1986 también, y en 1989 tenemos por delante un reto que es nada menos que la profundización del cambio prometido hace siete años. España en progreso debe significar progreso para todos.
Las grandes cuestiones planteadas en el AES y la potenciación de un entramado en la sociedad fuerte e involucrado en un giro social permitirán un avance de posiciones, sin que otras fuerzas empeñadas en abrir un espacio político por la izquierda del socialismo utilicen las reivindicaciones de las fuerzas populares como suyas, y se erijan como únicos valedores. El avance en el cambio de la sociedad es primordial para el entendimiento en UGT y el PSOE.
Siempre se ha dicho que el socialismo avanzaba bajo dos soportes: el partido y el sindicato. Y debe seguir siendo así. Pero con una premisa fundamental. Ambas son organizaciones autonómas, defienden sus propios intereses, que pueden ser confluyentes o no serlo. Y además, el partido también debe asumir el papel de control del Gobierno, del acercamiento a las clases populares que dan soporte a su organización. Hoy, este papel, lo está haciendo el sindicato.
Si los intereses del sindicato y el Gobierno no son confluyentes, no hay por qué rasgarse las vestiduras. La sociedad moderna tiene un pilar, la democracia. Y ésta permite el diálogo y la discrepancia. Los que apuestan por la anquilosada correa de transmisión, apuestan por una fórmula que recuerda más a las sectas revolucionarias del siglo XIX que a las organizaciones modernas. Pero también los que apuestan por una división del socialismo en favor de fuerzas políticas que defienden de carrerilla nuestras reivindicaciones caen en un craso error. Nuestro referente ideológico es el socialismo, y desde el sindicato tenemos que echar mano de! famoso dicho "a Dios rogando y con el mazo dando", para que el Gobierno socialista y el partido socialista no se escoren a posiciones liberales. No tenemos, en definitiva, un referente en Izquierda Unida ni en la beautiful people. Somos el punto de mira de las clases sociales que apoyan electoralmente al PSOE, y por tanto somos los catalizadores de sus reivindicaciones.
Los que defendemos estas tesis en el sindicato y repudiamos la correa de transmisión y las veleidades con Izquierda Unida hemos de levantar una nueva cultura sindical. Una cultura que marcará el socialismo del año 2000. UGT solamente debe ser correa de transmisión del sentir de los trabajadores en las fábricas, de los jóvenes, de los parados, de los sectores marginados, y así se lo debe hacer llegar al partido que ostenta el Gobierno.
No podemos jugar a estas alturas a creernos en posesión de la verdad absoluta. Y a las pruebas me remito. ¿Puede un Gobierno hacer tres predicciones de inflación en un año, con el costo social que esto supone? ¿Puede un Gobierno obviar reformas como las de la Seguridad Social, la sanidad, etcétera?
No puede, evidentemente. Esta inhibición debe ser denunciada por el sindicato. Éste es su papel en la sociedad democrática. No se puede decir alegremente que Nicolás Redondo es el culpable del descenso de votos del PSOE. Quizá un análisis autocrítico considere que las causas de este descenso radiquen en que los trabajadores que el 14-D salieron a la calle y paralizaron el país, pidiendo un giro social, estén todavía esperando esta profundización en el cambio de la sociedad, y por eso han optado por otras fuerzas políticas.
Otros muchos hemos optado otra vez por el partido socialista. Pero el PSOE no debe consolidarse desde la imposición y la prepotencia, sino por la aplicación de medidas reivindicadas por el sindicato socialista y que favorezcan a los que alguien llamó "descamisados'.
En el Comité Confederal se dio un paso más en busca de un entendimiento entre las fuerzas sociales y el Gobierno. En UGT se espera ahora que el PSOE se ponga manos a la obra, que empiece a profundizar en la transformación de la sociedad y que acometa las reformas prometidas. El Gobierno socialista tiene la pelota en su tejado, lanzada desde UGT en la Propuesta Sindical Prioritaria. Una propuesta que contiene los avances sociales necesarios y suficientes para que el proyecto social y socialista puesto en marcha en octubre de 1982 llegue a buen puerto.
José Álvarez es secretario de Organización de la Federación del Metal de Cataluña y miembro del Comité Confederal de UGT.
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