El valor de la ética

LA MUERTE del escritor italiano Leonardo Sciascia supone la desaparición de uno de los últimos intelectuales europeos a los que el compromiso político no llevó nunca al olvido de la independencia. El suyo ha sido un ejemplo de ejercicio cotidiano deuna ética insobornable, contra la que no pudieron en su país ni las presiones de la Mafia ni los más benévolos embates del universo de los partidos y sus repetidas exigencias de ambigüedad.Siempre con un sentido esencial de la verdad, tan unamuniano como él mismo, este pensador, que también bebió en la ciencia filosófica de Ortega, defendió en la literatura, en la vida y en el periodismo, que ejerció en los últimos años en este diario, la búsqueda de una respuesta a los interrogantes principales del siglo: la violencia, la corrupción política y el desorden impuesto por la falta de solidaridad y por la presencia imperante de todas las formas posibles de la mentira. De la estirpe de Miguel de Unamuno y de Bertrand Russell, comprometido con su país y con el mundo, fue un europeo de cuerpo y alma cuya preocupación fue siempre vencer la mezquindad de ser de un solo sitio, aunque fuera tan medularmente un siciliano. Ha muerto Leonardo Sciascia, pero no puede morir el ejemplo de que la ética es posible.