Trece más uno

La primera ministra británica, Margaret Thatcher, se distinguió ayer una vez más. Fue en la cena del palacio del Elíseo.A diferencia de sus homólogos comunitarios, que acudieron a la cumbre en automóviles franceses Renault 25 y Peugeot, la dama de hierro utilizó un Rolls Royce, el de su embajador en Francia. Pero el vehículo de la tan prestigiosa marca no le dio buen resultado, porque al ujier le costó trabajo abrirle la puerta,

Minutos antes había llegado el secretario del Foreign Office, Douglas Hurd, quien no quiso entrar en el palacio antes de que llegase su jefa de Gobierno.

A diferencia del ministro alemán occidental de Exteriores, Hans Dietrich Genscher, que no tuvo inconveniente en preceder a su jefe de Gobierno, Hurd se colocó al lado de la Prensa y esperó pacientemente a que llegase Thatcher, vestida con un traje de chaqueta lila, para subir las escaleras que conducen a la sede de la presidencia francesa.

Inmediatamente después de Thatcher hizo su entrada Felipe González, acompañado por el ministro de Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, y el asesor presidencial para temas de política internacional, Juan Antonic Yáñez. Poco antes habían desembarcado los portavoces presidenciales de Prensa, encabezados por Miguel Gil. El último dirigente en llegar fue el presidente griego, Christos Sartzetakis, que representa a un país en el que todavía no se ha formado Gobierno tras los comicios del pasado día 5.

A diferencia de otras cumbres, los comensales no eran 13, sino 14, porque el primer ministro francés, Michel Rocard, también tomó asiento en la mesa del salón Pompadour del Elíseo. Al haber sido el predecesor de Mitterrand al frente de la CE, a González le tocó sentarse a la izquierda del presidente de turno del Consejo Europeo, y a la derecha de Kohl. En el salón Murat cenaron los ministros de Exteriores. El menú fue el mismo para ambas mesas: cazuelita de Saint Jacques con crema de erizos de mar, escalope de hígado de pato caliente con manzana, quesos y helado de guirlache.