Navidad
Llegaba la Navidad y los padres de familia tomaban la sublime decisión de comprar turrón y un pavo, y les acompañaban los hijos porque comprar era un acontecimiento, y deslumbraba la animación, puestos callejeros donde vendían belenes, pastores rodeados de ovejitas, la mujer haciendo gachas, San José con báculo, la Virgen con cara torta, el Niño Jesús níveo, nimbado y desnudito sobre paja. Hacía un frío que pelaba, los niños iban liados en bufandas, la primera vuelta tapándoles la boca, dos más el cuello, otras dos el pechito para que el frío no mordiera la pleura, y les caía el moquillo, y al papá le daban ataques de tos por el frío que pelaba, por la bronca picadura que se fumaba entonces, por las hambres que se pasaban, y aquella misma tarde ponían el belén, y al día siguiente comían pavo, y venga el turrón, y daba pena que pasara tan pronto la Navidad, se acababan los belenes, las figuritas, el turrón sobre todo se acababa y en cambio el frío seguía y a lo mejor quedaba una indigestión, que también llamaban entripao.Eso era antes. Ahora la Navidad dura siglos. Ahora la Navidad empieza en mangas de camisa, como quien dice. Ahora la Navidad ya es. Los grandes almacenes tienen salas enteras llenas de belenes, figuritas, misterios, estrellas, espumillones, brezos, bromas, turrones y hasta ponen villancicos. La publicidad de los juguetes está tomando carrerilla para la fiesta de Reyes, que vendrá después. Y luego el Día de los Enamorados, y el de la Madre. Las fiestas buenas son aquellas que sirven para que la gente se bata el cobre a lo loco. Pero ninguna posee el tirón de la Navidad. Si Jesusito de mi vida no hubiera nacido (según sostienen algunos descreídos), los comerciantes se lo habrían inventado, para forrarse. Pues habiendo nacido Jesusito de mi vida a finales de diciembre, resulta que desde primeros de noviembre está haciendo caja, y además no cobra derechos de autor, ni nada.
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