La teórica imposibilidad de una fuga radiactiva
El disparo de un turbogrupo por cualquier circunstancia obliga inmediatamente a reducir a la mitad la potencia del reactor. En caso de accidente, como el del día 19, se acciona inmediatamente la parada total del reactor. Diez minutos después de esta operación, la potencia del reactor desciende a 32 Megawatios térmicos.Esta potencia obliga a que al menos uno de los cuatro turbosoplantes siga funcionando. Parado el reactor, los turbosoplantes son accionados por un grupo electrógeno de fuel (compuesto por cuatro cálderas). En Vandellòs 1, dos de los turbosoplantes fallaron a consecuencia de la inundación y los otros dos funcionaron "en precario" y de forma intermitente, debido al fallo de dos de las calderas.
Ante un hipotético bloqueo de los cuatro turbosoplantes, queda la alternativa de accionar el sistema de refrigeración en parada, que puede evacuar 18 Megawatios térmicos en seis horas (menos de lo que queda en el reactor). Sin embargo, la inundación inutilizó también este sistema.
En el caso de que los dos turbosoplantes en funcionamiento hubieran acabado fallando también, el accidente hubiera podido afectar gravemente al reactor, degradándose el núcleo a causa de las altas temperaturas. Teóricamente, no quedaría ya ninguna salvaguarda de seguridad para hacer frente al desastre, pero siempre podrían adoptarse soluciones extremas, como refrigerar el reactor con aire.
En el peor de los casos, unas diez horas más tarde se hubiera producido la fusión parcial del núcleo. Esta lentitud -sobre todo en comparación con las centrales refrigeradas con agua- se debe a las propias características del reactor de grafito-gas y a su capacidad para absorber calor.
Llegados a este punto, el combustible caería sobre la placa reflectora de grafito, que seguramente absorbería los elementos radiactivos sólidos. Los elementos volátiles (gases nobles y yodos) se esparcirían por el interior del cajón de contención. Eventualmente, el núcleo fundido podría acabar cayendo sobre el intercambiador, pero "sin llegar a comprometer la contención", según Antoni Senyè.
En este proceso, la posibilidad de que se produjeran explosiones y, por tanto, se rompiera la contención de hormigón de forma violenta está inicialmente descartada por los técnicos, dada la baja capacidad reactividad de este tipo de reactores. Según Senyè, el refrigerante utilizado (anhídrido carbónico) "evita" que haya combustión. En el accidente de Chernobil, en abril de 1986, la liberación de grandes cantidades de materiales radiactivos al exterior se produjo después de que varias explosiones reventaran la protección de hormigón del reactor.
En Vandellòs 1, la única fuga posible de radiactividad a partir de la hipótesis planteada sería debida a filtraciones. Para dar una idea de la permeabilidad de la protección, en el interior de la contención circulan constantem.ente 200 toneladas de gas refrigerante y diariamente se produce la pérdida de dos toneladas. Sin embargo, entre la fusión del núcleo y la posibilidad de una fuga tendrían que pasar "varios días", lo cual permitiría adoptar medidas "suficientes" para evitarla, como sellar con hormigón las zonas más vulnerables. Ante esto, Senyè no tiene reparo en afirmar: "En Vandellòs 2 puede haber fuga radiactiva, en Vandellòs 1 es imposible".
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