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Entrevista:

Nemeth: "Me gustaría la neutralidad de mi país"

El primer ministro de Hungría afirma que él apoyó las reformas desde 1968

"Estaría contento de ver a Hungría neutral; me gustaría la neutralidad de mi país", dice Miklos Nemeth, de 42 años, el jefe de Gobierno más ¡oven del Este de Europa, en una entrevista concedida a EL PAÍS días antes de la visita oficial a Budapest del presidente del Gobierno español, Felipe González. Nombrado hace apenas un año por Karoly Grosz, el entonces jefe del Partido Socialista Obrero Húngaro, Nemeth se deshizo pronto de su imagen de tecnócrata y se ha revelado como uno de los pilares reformistas de la nueva República de Hungría.

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Pregunta. Señor primer ministro. Hace aún dos meses era usted el presidente comunista del Gobierno de una república popular. Hoy es usted miembro de un partido socialista en una república cuya base es la democracia burguesa. ¿Cree que tienen, usted y su partido, credibilidad para afrontar las elecciones con perspectivas de éxito?Respuesta. Nuestra credibilidad se basa en dos cuestiones. La primera es que un grupo de líderes del antiguo partido antepuso los intereses de la nación a los del partido y realizaron las reformas políticas, sociales y económicas. Hace ya algún tiempo, algunos vimos que las reformas económicas no podían tener éxito sin las políticas y constitucionales. En Hungría se produjo una crisis social que el sistema monopartidista y el Estado monolítico ya no podían solucionar.

Naturalmente, ante las elecciones, ni la oposición ni las fuerzas conservadoras del Partido Socialista Obrero Húngaro (PSOH) lo van a valorar. Pero lo importante es que el nuevo Partido Socialista (PSH) haga una política en los próximos meses que demuestre al electorado que este partido tiene objetivos básicamente distintos de los que tuvo el PSOH. Lo fundamental es que el PSH apoya la nueva Constitución, reconoce la democracia parlamentaria multipartidista y ,rechaza para siempre la función de partido de Estado. Si logramos convencer con esto, soy optimista y seremos un socio importante en la coalición tras las elecciones.

Reformista radical

P. Usted se califica como reformista radical, quiso romper muy decididamente en el congreso con el pasado comunista. ¿No teme que, pese a ello, se hunda con el partido?R. Ahora se ha puesto muy de moda la investigación del pasado en Hungría. Yo nunca ocultaré el mío. Yo he trabajado como profesor de Economía en la universidad; después, en proyección económica. Entré después en la administración del comité central. Desde el primer momento apoyé las reformas de 1968.

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Por supuesto que desde entonces ha cambiado mucho mi forma de pensar. Mis experiencias en la vida económica me demostraron que la planificación supeditada a intereses políticos obstaculiza el desarrollo económico. No se pueden tener dos sistemas de valores, un mercado y un método dirigista.

En este sentido, fui radical en el congreso al señalar que no basta con unos reajustes de la política, sino un cambio total de las instituciones para que la izquierda pueda competir con igualdad con las otras fuerzas. Así se puede recuperar la credibilidad.

P. ¿Cómo prevé que será el nuevo Gobierno? ¿Se ve usted como miembro del mismo, y si no, cuáles son sus planes personales tras las elecciones? Las reformas húngaras devoran a sus hijos, como se decía que hacía la revolución. Kadar, Grosz, y ahora podrían ser usted y Pozsgay.

R. Está claro ya que tendremos un Gobierno de coalición, ya que no hay una fuerza política capaz de gobernar en solitario. La coalición es necesaria, por tanto, pero también deseable. En una transición política y económica radical se necesita una amplia representación de fuerzas políticas en el Gobierno, siempre dependiendo del peso de su electorado. Yo creo que surgirá un Gobierno de tres o cuatro partidos; lo que no sé aún es cuáles.

Personalmente, soy favorable a una coalición del PSH con el Foro Democrático, apoyada quizá por otros dos partidos pequeños. Sobre mi presencia en el nuevo Gobierno, ésta depende de los resultados que coseche mi partido y de que éste me haga una oferta.

En efecto, corremos el peligro de ser devorados por la reforma. Mencionaba usted a Grosz. La vida y la historia han superado ya a Grosz. Pero la historia demostrará que el papel que jugó era muy importante.

En cuanto a nosotros, los electores decidirán. Recuerde usted a Adolfo Suárez o a López Bravo. Ahora Suárez ha sufrido pérdidas en las eleciones, pero nadie puede poner en duda su papel y el de su Gobierno.

P. Hungría ha sorprendido al mundo entero con su proceso democratizador. ¿Lo considera irreversible o ve amenazas internas o externas?

R. Sin querer sobrevalorar el proceso húngaro, sí quiero decir que son cambios únicos. Una fuerza política con fines y características dictatoriales renuncia al poder y su posición privilegiada, e inicia un proceso de democratización que pone en peligro su propia existencia. Yo creo que esto se debe a que la izquierda en Hungría aún tiene una posibilidad de renovarse y jugar un papel sustancial. Con esto no quiero menguar el papel de la oposición en este proceso de democratización. Ya hemos llegado a un punto en que es irreversible. Ya tenemos las garantías jurídicas, las instituciones de un Estado democrático de derecho.

La mayor amenaza para nuestra democracia es que el ritmo demasiado acelerado nos lleve a conmociones más allá del límite de tolerancia de la sociedad y a una devaluación de las instituciones democráticas ante la población.

Repecto a peligros externos, la llamada doctrina Breznev está superada. Los cambios en la URSS son similares en su dirección y rapidez. No tenemos en esto nada que temer en esta dirección. Esto no significa que el clima internacional no influya sobre los cambios en nuestro país, pero siempre sobre su velocidad y no sobre su rumbo. Estas influencias nos llegan tanto de Oriente como de Occidente.

P. Las reformas en los países socialistas son muy diversas. Hungría parece hoy política y diplomáticamente más, cerca de Austria y la República Federal Alemana (RFA) que de Checoslovaquia y Rumanía. En Hungría se habla ya en voz alta de neutralismo. ¿Es usted partidario de esta neutralidad?

R. Yo estaría encantado de ver a Hungría neutral cuanto antes. Creo que es una gran perspectiva para el país. Pero nuestros deseos no deben confundirse con la realidad. La neutralidad no depende sólo de nosotros, sino también de cuestiones geopolíticas, acuerdos entre las grandes superpotencias. Para lograr la neutralidad de nuestra nación necesitamos la aprobación de los demás.

La cohesión del Pacto

P. Insistiendo en la cohesión del Pacto de Varsovia, ¿puede imaginarse una cumbre de la alianza en la que se sienten en la misma mesa Pozsgay y usted, el primer ministro polaco, Tadeusz Mazowiecki, y líderes ortodoxos como Ceaucescu y Jakes?R. Sería una respuesta muy barata el citarle a Kafka, que dijo que en esta región todo es posible por muy irracional que parezca. Pero creo que los cambios se han acelerado hasta tal punto que esta cumbre que sugiere no se llegará a producir, aunque sería muy interesante.

P. El gran talón de Aquiles de las reformas es la economía. ¿Cómo quiere llevar a cabo los cambios en las relaciones de propiedad?

R. Es cierto que lo principal es la economía y la reforma del sistema de propiedad. Es también una cuestión política. Se está produciendo un proceso muy interesante. Mientras en el pasado la propiedad era una cuestión intocable, los expertos coinciden en que la propiedad estatal burocratizada es uno de los mayores obstáculos al desarrollo económico.

La ley de Sociedades del pasado año dio el paso hacia la liberalización de la propiedad, abrió el camino hacia la reprivatización y la creación de sociedades modernas.

Está también la ley de Protección a la Inversión y la nueva ley del Suelo. Este año se ha acelerado el proceso de reprivatización. Vemos que ha aumentado el interés del capital extranjero por invertir en Hungría. Al mismo tiempo, ha surgido un vivo debate sobre la propiedad.

Muchos piden la paralización de la reprivatización y venta de empresas al capital extranjero. Y no nos engañemos, no lo piden sólo las fuerzas comunistas conservadoras; también lo piden otros sectores políticos.

Vamos a abrir un diálogo con la oposición y fuerzas sociales, pero sería un grave error para la reforma de la propiedad, porque la reestructuración económica no puede funcionar por reformas administrativas.

Hace falta un consenso de la sociedad sobre la necesidad de esta reforma de la propiedad, que es imprescindible para la entrada del capital extranjero activo.

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