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La otra invasión

La inversión japonesa en Estados Unidos superará este año los 60.000 millones de dólares

La conquista de Estados Unidos, el sueño frustrado de los japoneses durante la II Guerra Mundial, parece que se está malterializando al fin. Lo que no pudieron conseguir entonces las armas se está consiguiendo ahora a través del comercio. A pesar de que los dos primeros inversores extranjeros en este país son el Reino Unido y Holanda, la bandera del sol naciente ondea hoy con orgullo en lo alto de las colinas de Beverly Hills y en las azoteas de los rascacielos de Manhattan. Los japs lo están comprando todo a golpe de talonario y parece como si nada ni nadie pueda parar el empuje del yen.

La inversión japonesa en Estados Unidos alcanzó en 1987 la cifra de 33.400 millones de dólares. Los analistas consideran que pese a la espectacularidad de algunas recientes adquisiciones del capital japonés en EE UU, como puedan ser la compra de la CBS Records, la Columbia Pictures o la recién adquirida Rockefeller Center (el 51% por 846 millones le dólares), el porcentaje de inversión de Japón en este país continúa siendo bajo si se le compara con el producto interior bruto estadounidense, que en 1987 alcanzó 4.046.000 millones de dólares.En 1988 la inversión llegó a los 60.000 millones de dólares. Este año esa cifra aumentará considerablemente y se verá directamente afectada por el ritmo que marque el índice Dow Jones, el termómetro de Wall Street.

Pese a la gran diferencia entre el producto interior bruto estadounidense y la inversión japonesa, es importante señalar que durante 1988 y lo que se lleva transcurrido de 1989, los japoneses han comprado todo lo que han podido: compañías discográficas (CBS Records), productoras cinematográficas (Columbia Pictures), hoteles (The Mark Hopkins), propiedades inmobiliarias (Rockefeller Center), aseguradoras (PanieWebber -Group)... La lista es interminable.

Esta invasión que comenzó con esta década ha provocado reacciones muy diversas en el mercado financiero y el mundo político norteamericano. En pleno auge inversionista japonés en EEUU, la Administración de Bush decidió el pasado 31 de mayo dar a Japón un plazo de un año para revisar su política de importaciones norteamericanas con la amenaza de tomar represalias con las exportaciones niponas de acuerdo con la cláusula super 301 de la ley de Comercio Exterior de 1988

La decisión norteamericana, motivada por las trabas japonesas a la importación de supercomputadoras y otros equipos electrónicos de Estados Unidos, fue recibida de uñas en Japón, cuyos responsables recordaron a Washington la contribución japonesa para paliar el déficit comercial norteamericano precisamente a través de las inversiones.

La inversión directa del capital japonés en EEUU continúa creciendo día a día. Las inversiones japonesas acumuladas en este país representan una parte de las inversiones japonesas en el mundo. Japón figura en el tercer lugar de la lista de inversores extranjeros en EE UU, detrás del Reino Unido, que en 1987 invirtió 74.900 millones de dólares y casi 100.000 millones de dólares en 1988, y Holanda, que en 1987 alcanzó una inversión total de 47.000 millones de dólares.

Crear empleo

Holanda ocupa, sin embargo, el primer lugar en la inversión inmobiliaria en la Big Apple, según declaró ayer en Nueva York el alcalde Edward Koch, quien añadió que no había por qué temer "la llegada de los japoneses". Koch realizó esas declaraciones para intentar contrarrestar el impacto ocasionado en su ciudad por la compra del corazón de Manhattan, el Rockefeller Center, por parte de la multinacional Mitsubishi.Cifras de 1986 señalan que las compañías japonesas establecidas en EE UU crearon empleos para más de 216.000 norteamericanos, una cantidad importante si se tiene en cuenta que en 1977 no sobrepasaban los 64.000, según datos del Departamento de Comercio estadounidense. En mayo de 1988, un total de 837 firmas japonesas estaban funcionando a pleno rendimiento repartidas en 45 Estados de la Unión, además de Puerto Rico.

Las compañías japonesas han contribuido significativamente al resurgimiento de la industria norteamericana y en 1986 el 10% de las exportaciones totales de este país procedían de empresas japonesas instaladas en territorio norteamericano. Este porcentaje se mide en dólares: 22.700 millones de dólares, para ser exactos.

La penetración japonesa en el mercado norteamericano, que ha sido recientemente alabada por el ex presidente Ronald Reagan en Tokio, es un choque de culturas financieras.

Akio Morita, el fundador de Sony, ha criticado en numerosas ocasiones la obsesión de los norteamericanos por las ganancias a corto plazo y por el reparto inmediato de beneficios. Sony y el resto de las grandes multinacionales japonesas, como Honda, Mitsubishi, Nissan, JVC, Seiko, quizá siguiendo los dogmas de la filosofía oriental, son compañías pacientes. Al igual que ocurre con los bonsais, los años son para ellas la fórmula del éxito. La inversión y la redistribución de la riqueza en lugar del reparto inmediato de los beneficios constituyen la clave de su éxito.

Antiguo enemigo

La compra de la Columbia Pictures Entertairnent realizada el pasado mes de septiembre al contado por parte de la Sony Corporation es el resultado de esa filosofía. Anteriormente lo había sido la adquisición de la CBS Records, en 1987, por parte de Sony, y más recientemente la compra el pasado lunes del Rockefeller Center.Los japoneses, filosofías aparte, saben el terreno que pisan y no olvidan que EE UU, su gran aliado de ahora, fue hace sólo 45 años su enemigo en el campo de batalla. Para no herir susceptibilidades sus compras son inmaculadas. Los japoneses no llevan a cabo ofertas públicas de adquisición de acciones (OPA) hostiles y compran con dinero en mano. Sólo así pueden conseguir llevar a cabo determinados negocios, como la adquisición del 51% de las acciones del Rockefeller Center sin encontrar oposición alguna.

Este tipo de operaciones demuestra fielmente lo que representa la libertad de mercado en Estados Unidos y el buen momento de la economía estadounidense, que, pese a su gigantesco déficit presupuestario y comercial, continúa atrayendo a la inversión exterior, según resaltan los analistas financieros y confirman los inversores japoneses.

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