Nostalgia para unas canciones
Los conciertos de la gira de Paul McCartney suelen comenzar con sonido ambiental de música clásica, mientras el escenario se mantiene en penumbra, con los instrumentos y amplificadores a ras de suelo, como en los viejos tiempos. Cuando comienza el espectáculo, tres pantallas proyectan simultáneamente imágenes de años de juventud, de revoluciones perdidas, de héroes desaparecidos. Los primeros BeatLes, Mayo del 68 y John Lennon son algunos de los protagonistas del largo montaje cinematográfico, con fondo de canciones como A hard day's night, All you need is love o Long and winding road. El aperitivo para el recuerdo está servido.Pero Hollywood no perdona y, de repente, enormes plataformas hidráulicas elevan baterías y teclados. La espectacularidad aparece y el concierto rinde tributo a la tecnología aplicada a la música. Cuatro módulos de luz suspendidos del techo articulan sus tentáculos programados por ordenador. Explosiones de petardos, suelos móviles, y, como en una cajita de música, Paul McCartney es izado a tres metros del suelo en una plataforma circular giratoria, mientras canta The fool on the hill sentado ante un teclado multicolor.
Pero hay más Beatles en el concierto de McCartney. Got to get you into my life, The long and winding road, Sergeant Pepper's Lonely Hearts Club Band, Good day sunshine, Can't buy my love, Eleanor Rigby, Back in the USSR, I saw her standing there, Let it be, Hey Jude, Yesterday y Gel back suenan por este orden, alternándose con canciones de su época de Wings, de sus discos en solitario y de su último trabajo, Flowers in the dirt, sin faltar homenajes a clásicos del rock and roll, como Fats Domino y Eddie Cochran.
Y por vez primera en conciertos multitudinarios, hombres y mujeres que rondan los 50 años alzan las manos cantando clásicos de la música popular, como Hey Jude, junto a jóvenes de la segunda generación del pop, con el alma predispuesta a la nostalgia para unas canciones.
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