Beirut vibra al ritmo de la lambada'
Los libaneses vuelven a sus trabajos, a sus colegios y a las noches locas de la capital

"Acabamos de aterrizar en el aeropuerto de Beirut. Confiamos en que hayan tenido un vuelo agradable y esperamos verlos muy pronto a bordo de nuevo...". La azafata de Middle East Airlines, la única compañía que ha seguido volando a Líbano durante sus 14 años de guerra, recibe a los pasajeros como si Beirut fuera París y los últimos seis meses de combates no hubieran existido. En realidad, nada ha cambiado en las instalaciones del aeropuerto, recién reabierto al tráfico aéreo. Una sensación similar produce la ciudad, donde las bombas han caído sobre mojado y es imposible distinguir los agujeros nuevos de los viejos.
Lena H. acaba de regresar de París, donde se refugió durante la última etapa de violencia. "No puedo creerlo. Es como si todas las imágenes que he estado viendo estos meses, pasadas en la televisión, fueran mentira", comenta mientras evoca los reportajes en los que se veía arder los restos de un Beirut nunca totalmente destruido. "Tenía miedo de volver", se confiesa en voz alta, "por lo que podía encontrarme, pero todo sigue como lo dejé. Y la gente anda descontrolada, hay un ambiente como nunca". Lena, una cristiana maronita del ala menos radical, está dispuesta a empezar una vez más.Esa capacidad de autorreconstrucción de los libaneses después de cada batalla se hace especialmente evidente de noche. Seis meses de bombardeos intensivos no han enterrado el afán de diversión y las ganas de disfrutar de la vida de jóvenes y mayores. Desde el día siguiente al anuncio de la última tregua, no sólo los restaurantes, los cines, y los colegios empezaron a reabrir, sino que ya han surgido nuevos locales de moda. Hartos de permanecer en los refugios, los beirutíes tienen ganas de salir y olvidarlo todo al borde de una copa. La música a todo volumen es el mejor remedio.
Garitos de moda
¡Y los libaneses están a la última! No hay más que ver cómo bailan la lambada en los garitos de moda. Cuando tras los remakes de canciones de fines de los setenta suena la melodía brasileña, las pistas se llenan de jóvenes entusiastas. ¿Dónde han aprendido ese baile, si el último medio año lo han pasado bajo tierra, al abrigo de las bombas? "Pues ahí precisamente, en el refugio", asegura Lena sin el menor asombro. En las decenas de horas gastadas en los sótanos, radiocasetes a pilas y vídeos, en el caso de los afortunados que disponían de generador, han escondido el tedio.Pero no sólo ha sido la lambada. Algunos, como Samia, incluso han tenido humor para casarse con música nupcial de bombardeos. Su embarazo de cinco meses no le impide, sin embargo, acudir a la cita del sábado noche, para la que hay que reservar con una semana de antelación. Si se quiere estar in, conviene pasarse por el Overnight, en el otrora barrio señorial de Sursock, a dos pasos de la línea verde que divide a la capital. O darse una vuelta por el Moustache, en Suk Mijail, a una veintena de kilómetros de Beirut.
El bombardeado Yunie, antes reducto de los seudooccidentalizados pijos libaneses, ha dejado de estar de moda. En el Oeste, los clásicos siguen mandando. La discoteca del Summerland o la Spaghatteria son escalas obligadas. Cómo se las arreglan en los restaurantes para recibir salmones frescos, ostras, mejillones o carne americana de primera constituye un misterio que sólo el espíritu mercantil de los líbaneses puede despejar.
Las penas se dejan a la puertajunto a los sacos terreros que, como única reminiscencia de los recientes combates, aún protegen las entradas. Dentro, al igual que en Madrid, los locales están llenos de gente guapa que calza Sebagos a 80 dólares el par. Más allá de la aparente frivolidad, expresan su deseo de volver a la norinalidad, de que junto a la paz y a la diversión se recupere el curso económico, social y artístico. En definitiva, la vida civil.
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