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Un velo que oculta algo más que el rostro

La 'guerra del chador' ilustra las dificultades de integración de la comunidad islámica en Francia

La escuela laica, uno de los pilares de la Francia surgida de la revolución de 1789, se enfrenta estos días a dos problemas que ilustran las dificultades de integración de los inmigrantes. La expulsión de un colegio de tres alumnas que asistían a clase con el velo islámico ha alcanzado una dimensión nacional y ha desencadenado una polémica en la que las divisiones políticas o ideológicas han saltado por los aires. Aunque menos sonoro, otro hecho, la negativa de un alcalde a escolarizar a los hijos de inmigrantes, expresa también las contradicciones de la sociedad multirracial de la Europa que se avecina.

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Escuela sólo para franceses

Francia debate con pasión -como acostumbra- lo que se ha dado en llamar la guerra del chador, un caso surgido en el colegio público Gabriel Havez, de la localidad de Creil, situada a unos 60 kilómetros de París. Ernest Cheniere, responsable del centro, antillano y católico, prohibió el 18 de septiembre a Samira Saidani, de origen tunecino, y a las hermanas Leila y Fátima Achaboun, marroquíes, llevar el velo en clase. Expulsadas del colegio, que acoge a 852 alumnos de 25 nacionalidades, las tres jóvenes musulmanas fueron después readmitidas tras una mediación en la que se acordó que podrían lucir el chador en los recreos y en los pasillos, pero no en las aulas. Sin embargo, las alumnas rompieron el pacto, se negaron a quitarse el velo y la polémica rodó como una bola de nieve por todo el país, mientras aparecían miméticamente otros casos similares en Avignon, Lille, Montpellier o Marsella.El pasado jueves, el comité ejecutivo del Partido Socialista (PS) adoptó por unanimidad una resolución en la que se reafirma "la adhesión de los socialistas al laicismo, valor fundamental de la República", pero a continuación se subraya que "ningún niño puede ser privado de su derecho a la educación". El texto necesitó dos días de reuniones y un debate que no se recordaba en el partido desde los tiempos de la legalización del aborto. La unanimidad es en realidad papel mojado, ya que la posición del PS ha sido interpretada de forma diversa por los distintos dirigentes enfrentados. Para algunos va en el mismo sentido que la declaración hecha en la Asamblea Nacional por el ministro de Educación, Lionel Jospin, quien declaró que, en último término, si no se ha podido convencer a los padres de la necesidad de abandonar el velo -"signo religioso prohibido"-, "la escuela debe aceptar y acoger" a cualquier alumno.

Los partidarios a ultranza del laicismo han acusado al ministro de ceder a las presiones y de abandonar los principios de la escuela laica, instaurada en Francia en 1905. Pero la complejidad del caso ha generado un debate, en ocasiones confuso, en el que no se refleja en absoluto la división tradicional entre izquierda y derecha. Se asegura que Jospin tomó su decisión, calificada de salomónica, de acuerdo con el primer ministro, Michel Rocard, y el mismísimo presidente de la República, François Mitterrand, cuya esposa, Daniele, ha terciado en la polémica en favor del respeto a la diferencia: "Si hoy, 200 años después de la Revolución, el laicismo no puede acoger a todas las religiones, a todas las expresiones, en Francia eso sería una vuelta atrás".

Laicismo vacilante

Los socialistas están divididos -dos diputados acudieron al Parlamento con velo para mostrar su oposición al uso del chador-, así como los sindicatos, los intelectuales o las asociaciones antirracistas. Los filósofos Gilles Deleuze y Alain Finkielkraut denuncian "la santa alianza del clero para cuestionar el laicismo vacilante", en alusión a la defensa del velo hecha por las máximas jerarquías católica, musulmana y judía de París. Pero los mayores defensores de la libertad de enseñanza y de la escuela religiosa, como los dirigentes más duros de la derecha, se revisten también ahora con el ropaje de la escuela laica.Las dos organizaciones antirracistas más importantes, France Plus y SOS Racismo, emiten opiniones divergentes. Arezki Dahmani, dirigente de la primera, estima que "el laicismo debe continuar siendo la columna vertebral de la tolerancia, de la libertad y de la democracia". Por el contrario, Harlem Désir, responsable de SOS Racismo, predica el "derecho a la diferencia" y afirma que el laicismo debe expresarse en los contenidos de la enseñanza y no en el aspecto exterior de los alumnos, que en todo caso deben ser acogidos. Personalidades y organizaciones feministas, en fin, ponen el acento en la "opresión de la mujer" que significa el velo.

La división alcanza incluso a la comunidad musulmana -sólo 1.000 personas acudieron el domingo en París a una manifestación en favor del velo-, para algunos de cuyos representantes el problema reside en la interpretación del laicismo, impregnado, dicen, de una visión judeo-cristiana. Estas voces creen que el problema de fondo es la discriminación, que lleva a los musulmanes a afirmar su identidad, y denuncian "la obsesión francesa del jomeinismo" y la "hipocresía" de una escuela laica en la que todas las fiestas pertenecen al calendario cristiano, no se come carne los viernes o hay un acuerdo tácito con la Iglesia sobre la enseñanza del catecismo. Bruno Etienne, especialista francés en el mundo musulmán, asegura que "esto no es más que el comienzo" y que las tensiones se agravarán mientras Francia no se decida a afrontar el problema de una religión, la musulmana, que es ya la segunda en importancia del país.

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