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Entrevista:LA BATALLA POR EL VOTO

Aznar: "Yo también he combatido por las libertades"

El candidato del Partido Popular se define como miembro de "una generación nueva"

Eleva la voz en los mítines muy por encima de su registro normal y trata de ser lapidario, pero lo cierto es que es más un político de mesa camilla -o de mesa de despacho- que un tribuno dominador de la plaza pública. Por eso resulta bastante más persuasivo en la corta distancia que en los grandes espacios abiertos, por mucho que las fotos de su propaganda electoral intenten sugerir lo contrario. En todo caso, José María Aznar -y esto sí que significa un cambio importante en la derecha española, no se sabe aún si para bien o para mal- pertenece a ese género de políticos perfectamente intercambiable. Se presenta como candidato del PP a la presidencia del Gobierno, pero podría ser muy bien diputado socialista por Aragón o concejal centrista en un Ayuntamiento gallego.

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Repite una y otra vez que es un hombre de una generación posterior a la que hizo la transición y se muestra obsesionado por tomar distancias en relación con su mentor, Manuel Fraga. Y es cierto que cuesta trabajo ver tras este ex alto funcionario de Hacienda la espesa sombra del viejo león de la derecha. También lo es, sin embargo, que cuando pronuncia frases como "desde los 36 años que me contemplan", algo de la pomposidad del trueno de Villalba se hace presente en la habitación. Está seguro, en cualquier caso, de disponer de la energía suficiente para meter a su partido en cintura desde el día siguiente de las elecciones.Pregunta. En esta campana usted está insistiendo sobre todo en el después, como si esto fuera un tránsito hacia algo que le importa más. ¿Es que da esta batalla ya por perdida?

Respuesta. Ni muchísimo menos. Lo que pasa es que todo es un tránsito, especialmente las elecciones. Hablo del después porque es lo que me preocupa. Pero el después de España, el tipo de país que va a surgir después de estas elecciones.

P. Yo me refería al después de su partido.

R. El después de mi partido es de gran tranquilidad. Si alguno tenía alguna duda sobre lo que será el después de mi partido, supongo que ya se le habrá despejado.

P. ¿Quiere eso decir que, con Aznar, también en el PP quien se mueva no sale en la foto?

R. No. Lo que pasa es que yo tengo una forma de hacer las cosas. No acepto privilegios de nadie. El partido tiene unas reglas de juego, y quien las acepte, bien; y quien no, tendrá que buscarse otro sitio.

Las alianzas

P. Sigamos hablando de después. Supongamos que el PP, como dicen las encuestas, obtiene en torno a 100 diputados y que el PSOE no obtiene la mayoría absoluta. ¿En qué juego de alianzas podría participar su partido?

R. Depende. Porque puede no darse esa mayoría absoluta, pero depende de por cuánto. Y habrá que ver si es posible, con la suma de otras fuerzas, la formación de un Gobierno alternativo; pero también si se puede formar un Gobierno socialista de minoría o será necesaria una coalición. Es muy difícil, sin tener los resultados, afrontar esa cuestión.

P. Pero, en términos generales, ¿no le parece que las derechas nacionalistas del País Vasco y de Cataluña estarían más inclinadas a un Gobierno de coalición con el PSOE que con el PP?

R. No tengo ningún motivo para pensar eso. No existen prejuicios en esas fuerzas respecto de nosotros. Ahora bien, la situación es distinta en el caso de la CiU y del PNV: la primera gobierna por mayoría absoluta en Cataluña y el segundo tiene un Gobierno de coalición con el PSOE en el País Vasco. Pero no creo que exista ningún a priori. Lo que a mí me preocuparía es que se dijera que es imposible cualquier acuerdo para una coalición porque no hay relaciones entre las fuerzas políticas o porque no han sido capaces de llevar adelante un diálogo. Pero eso, afortunadamente, no existe.

P. Tal vez no exista ningún a priori, pero sí existen antecedentes. Y lo cierto es que, hasta ahora, su partido no ha tenido unas relaciones particularmente estrechas con esas fuerzas.

R. Yo sí las he tenido.

P. Hablo de su partido.

R. Pero es que ahora soy yo quien dirige mi partido. En toda relación hay momentos peores y mejores. Pero esas relaciones sí que existen y, en estos momentos, son muy buenas.

P. ¿Su partido piensa realmente que ha jugado en desventaja en esta campaña?

R. Sin duda. Y producto de una actitud premeditada del partido socialista. Sin la menor duda. Sobre determinadas capas del electorado rural hay una presión por parte del PSOE que es absolutamente intolerable. El Ministerio de Asuntos Sociales es en realidad un ministerio de asuntos electorales. Hay también un proceso de amedrentamiento de la población de la tercera edad. Eso demuestra, por otra parte, que las capas más dinámicas de la sociedad han abandonado al PSOE, quien obtiene progresivamente peores resultados en las zonas urbanas. Por eso tratan de ejercer un mayor control sobre las zonas rurales, con alcaldes que amenazan con quitar el empleo rural a quien va a los actos de otro partido, o gobernadores que se dedican a, cortrolar las subvenciones de los centros de la tercera edad...

P. Pero ustedes no denuncian esas cosas ante las juntas.

R. Yo no tengo por qué denunciarlo ante las juntas. Pero yo afirmo que eso existe y yo a eso le llamo mafia de compra de votos.

P. ¿Usted cree entonces que la democracia real ha sufrido un retroceso de 1982 para acá?

R. Lo que yo no diría es que España vive en los mejores tiempos desde Carlos I, lo cual es una soberana estupidez. Pero tampoco diría que vivimos en una catástrofe. Yo he propuesto recuperar el espíritu fundacional de la democracia española. Un espíritu mucho más plural, más espontáneo, de mayor libertad en el funcionamiento de las instituciones, de mayor garantía de transparencia en el ejercicio de la función pública y de mucho más optimismo y vitalidad de la sociedad, de una sociedad más abierta y más crítica. Eso, que fue uno de los grandes éxitos de la transición española, lo debemos recuperar para el futuro. Yo soy de una generación nueva; yo no he protagonizado la transición democrática. Una generación que ya está dispuesta para hacerse cargo de los asuntos públicos de este país. Políticamente somos ya hijos de la democracia española y esa generación aporta ideas nuevas y los deseos de recuperación de ese espíritu.

P. ¿Cuando utiliza el plural, se refiere también al resto de la dirección del PP?

R. No. Estoy hablando en términos de generación, no de partido. Una generación que aporta nuevas concepciones de la vida política. Y yo eso lo contrapongo con lo que en este momento aporta el partido socialista para el futuro de España, cuya idea es el puro continuismo en el poder. En España se vive evidentemente con libertad. Pero, ¿funciona mejor que antes el Parlamento, con la posibilidad de crear comisiones de investigación y una mayor transparencia de las actividades parlamentarias que en 1982? Yo creo que no. ¿La justicia española es más independiente y eficaz que en 1982? Francamente, creo que no. Y a mí no vale decir eso de "Yo he combatido por las libertades". Y yo también.

La barrera

P. Lo digo porque su partido ha sido siempre muy vulnerable precisamente en el terreno de la defensa de las libertades.

R. Yo no comparto ese planteamiento. Las cosas no son más progresistas porque lo digan ellos.

P. Lo que quiero decir es que ustedes proyectan, en ese campo, una imagen más relacionada con el pasado y que probablemente ello tenga que ver con esa barrera de los cinco millones y medio de votos que no consiguen traspasar.

R. Yo no creo que eso sea así. Es verdad que nosotros obtuvimos nuestros mejores resultados en 1986, en que conseguimos un 26%. Pero hay que ver las cosas con un sentido del proceso histórico. La victoria del PSOE en 1982 no se habría producido si UCD no se hubiera hundido. Y el derrumbamiento de UCD -que fue un invento del centro-derecha específicamente para la transición- obliga a todo un replanteamiento de ese centro-derecha. Y eso es algo que requiere períodos más largos. ¿Cuantos años lleva Felipe González dirigiendo el PSOE? Más de 15. Y en esa dimensión histórica, el PP acaba de dar un salto cualitativo. Ésta es la primera vez que Fraga no es candidato de mi partido a la presidencia y presenta en cambio un candidato de 36 años. Y que nadie se sorprenda si ese candidato hace propuestas nuevas, porque eso es lo normal. Y lo valioso de ese proceso es que se ha realizado con el consenso interno del partido.

P. Se quejaba antes de la paralización de las instituciones. ¿Cree usted que ha llegado ya el momento de abordar una reforma constitucional para modificar, por ejemplo, la normativa electoral?

R. Creo que no ha llegado el momento todavía. La Constitución española tiene aún mucho que dar de sí. Otra cosa es que, desde el punto de vista teórico, se pueda ir reflexionando sobre esa posibilidad. Hay que abrir caminos intermedios antes de llegar a esa reforma, incluso para casos tan manifiestamente mejorables como el Senado.

P. Usted, como casi todos los partidos, promete bajar los impuestos de una manera inmediata. ¿Así de fácil?

R. Yo he dicho que, durante los dos primeros años, los impuestos estarían congelados. Hablo naturalmente del conjunto de los impuestos. Y a partir de esos dos años, bajarían. Y existen múltiples fórmulas técnicas para hacerlo. Yo sé algo de eso. Lo que hace falta es la decisión política. Una vez tomada ésta, hay mil fórmulas para lograrlo. ¿Por qué hay que hacerlo? Porque la tasa de ahorro de los ciudadanos españoles ha descendido a la mitad en los últimos años. Y el ahorro garantiza más inversiones productivas y, por tanto, más posibilidades de creacion de empleo. Lo que no se puede es hacer una política monetaria como la del Gobierno y al mismo tiempo elaborar un presupuesto expansivo y mantener la misma política fiscal. ¿Y qué van a hacer ahora si ganan las elecciones?

El consumo público

P. ¿Y usted qué haría?

R. Lo estoy diciendo. Hay que controlar el déficit y el gasto público. Y hacer un esfuerzo de exportaciones. Por otra parte, el déficit comercial es también una cuestión de producción y no sólo de demanda como trata de presentarlo el Gobierno. Para controlar la inflación no es imprescindible una política monetarista. Lo que hay que reducir son las cifras de consumo público y no las de consumo privado. Sin la menor duda, el consumo público genera en este momento en España más inflación que el consumo privado. Culpar de la inflación al exceso de la demanda interna cuando en España queda todavía por aprovechar una enorme capacidad productiva es una falsedad. Eso es la consecuencia de una política económica que se ha basado exclusivamente en la demanda. Y nosotros haríamos una política basada también en la oferta, y en la inversión y el ahorro.

P. La famosa política sobre la oferta de EE UU ha conducido a unos déficit espectaculares.

R. Pero es que yo no digo que vaya a actuar exclusivamente sobre la oferta, sino sobre varios factores. Porque actuar exclusivamente sobre la demanda, con una política monetarista tan dura, nos conduce a donde estamos.

P. ¿Y usted es partidario de un pacto social?

R. Sin duda. Soy partidario del principio de concertación y creo que eso un gobierno de centro-derecha lo puede hacer mejor que un gobierno socialista.

P. No ese el caso del gobierno de la señora Thatcher.

R. Yo estoy hablando de España, no de Gran Bretaña. Aquí, la transición económica y la salida de la crisis tuvo una de sus virtudes en la concertación. Y yo tengo la sensación de que los sindicatos ahora se sienten engañados. Nosotros podemos acercarnos a ese principio de concertación con plena objetividad. Quien creo que es imposible que lo pueda hacer es el Gobierno socialista. En diciembre del año pasado, la cifra que separaba al gobierno de los sindicatos era de unos 200.000 millones. ¿Alguien puede decir de verdad que el Estado no puede ahorrar esa cifra? ¿Se puede decir que por 200.000 millones no hubo concertación?. Es imposible.

P. Hablando de otra cosa. ¿No le parece que los términos del debate político en España son de una cierta pobreza?

R. En la calidad del debate político y social en España tienen su responsabilidad los políticos, pero también la tienen otros sectores sociales. Los políticos no viven en una campana de cristal.

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