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Política y politicas

Joan Subirats

Cunde un cierto desconcierto al oír hablar a nuestros políticos de cosas concretas en plena campaña electoral. Al personal puede sorprenderle un poco que los protagonistas de siempre desciendan al nivel de las cosas que preocupan, acostumbrados como estamos a debates más generales, más en la línea de los grandes principios o de las grandes afirmaciones-soluciones en las que ya sabías que poco contaban tus cuitas de cada día o aquellas preocupaciones que compartías con tu entorno inmediato.Los temas estrella suelen ser del asunto o de la solución del paro, del terrorismo o la droga, y el formato del debate electoral tiende a reducirse a "vótame para que siga, que esto lo arreglo yo con un poco más de tiempo", o "vótame a mí, que lo soluciono en dos días". Pero esta vez empieza a asomar en titulares también la letra pequeña de los programas. Y así, la gente se ha puesto a hablar del servicio militar, y de si sí o si no, por cuántos meses, en qué plazos, y cuánto cuesta. O empiezan a prometer y prometen la gratuidad de los libros de texto, ayudas cuantificables a familias, pensiones del tamaño del salario mínimo, subsidio social según y cómo, desgravaciones a jóvenes para alquilar pisos de tantos metros, y muchos otros temas pequeñitos que empiezan a exigir a los políticos de campaña un sinfin de matices y de datos a los que no se estaba habituado.

Y claro, la gente se anima y empieza a pedir detalles, y entonces unos dicen que para hacer tal cosa se precisa reformar la Constitución, otros dicen que si se desgrava a unos, los demás también querremos, los de Hacienda dicen que no saben si habrá para todos, y ya hay quien se atreve a decir que lo de medicina para todos y gratis deberemos irlo matizando, o que al menos deberemos enterarnos de lo que cuesta. Total, que esto de la política ya no es lo que era. De aquellas tertulias tan bonitas entre Santiago Carrillo y Emilio Romero en las que trata,ban de encontrar alguna cosa en la que no estuvieran de acuerdo, o de esas campañas centradas en el último exabrupto del más figura parece que tendremos que ir pasando a cuantificar, aralizar, matizar y programar. El personal puede olvidarse de que dijiste que ibasa acabar con lo de la polución o el paro, porque ya sabían que no iba en serio, pero si dices que rebajas tres meses la mili o que te van a dar tanto por hijo, eso no se olvida.En ese nuevo escenario el debate político debería transformarse notablemente. Cada vez va a resultar más dificil centrar la falta de resolución de determinados problemas que afectan a colectivos muy concretos en la presencia o actitud del enemigo. Un problema típicamente político era aquel en el que la solución aparecía con claridad. Las dificultades procedían de que los otros se oponían a ello. El juego consistía en vencer o convencer a los otros o al electorado para que te diera su confianza. En ese terreno tradicional de la política, la dificultad que vencer no procedía del problema que solventar, sino del enemigo por batir. Y de esa concepción han ido derivando unos determinados mecanismos de selección del personal, una concreta cultura de lo político y un largo etcétera.

Pero día a día las cosas van apareciendo como más complicadas. Globalización, interdependencia, complejidad son algunos de los términos hoy en boga que pretenden mostrar una realidad que no puede abordarse con la simplicidad binaria del conmigo o contra mí. La verdad es que en un contexto en el que el acontecimiento más remoto o la documentación más minuciosa puede llegarnos en segundos, la arena política se ensancha más y más, multiplicando hasta límites insospechados los protagonistas potenciales de cualquier política. Si a ello añadimos, por ejemplo, la tran snacionaliz ación económica creciente o las interdependencias del ecosistema, pocos problemas parecen poder aislarse y tratarse de forma individualizada.

Los problemas con los que cada vez más se enfrenta nuestro sistema político, cualquier sistema político, son problemas de dificil solución en los aue frecuentemente están en juego dos o más objetivos considerados básicos por el mismo sistema, y en los que acostumbra a pasar que lo que arreglas por un lado se estropea por otro. Quieres conseguir un sistema económico eficiente pero quieres hacerlo sin menoscabo de la premisa de igualdad; quieres defender la innovación v el desarrollo üeropreservar la naturaleza o los valores culturales tradicionales; quieres potenciar una mayor autonomía de mujeres y hombres pero proteger a los más débiles del entorno familiar; quieres conseguir que el sistema educativo prepare para el mercado de trabajo pero sin que pierda su capacidad de formación general. Y mientras uno se dedica a la promoción de vinos y licores, el otro denunciu las drogodependencias. Por si fuera poco, son problemas que afectan a un gran número de personas, que generan conflictos, que implican cambios de comportamiento individual o social y frente a los cuales no cabe la solución de dejar que el tiempo los solucione, ya que acostumbran a complicarse o a deteriorarse peligrosamente.

Todo ello coge al sistema y a sus mecanismos de funcionamiento más o menos clásicos con pocos instrumentos. La toma de decisiones resulta, con excepciones, poco sensible a tales complejidades, y si bien, como es lógico, en el momento de dar prioridad cuentan las distintas opciones ideológicas, ello no permite esconder las debilidades de un enfoque en el que el peso de una visión tradicional de la política se impone a un análisis más profundo sobre las políticas y sus implicaciones.

Las elecciones se presentan, con su constante y renovada liturgia, como un buen momento para calibrar esos cambios de sensibilidad en el tratamiento de los problemas públicos. Deberíamos ser exigentes con los que aspiran a representarnos, y exigirles seriedad y preparación en la formulación de sus propuestas, cuanto más concretas, mejor. Y a nosotros hemos de exigirnos buena memoria, capacidad de pedir cuentas y voluntad de estar presentes individual y colectivamente en ese juego en el que ahora toca votar.

Joan Subirats es profesor de Ciencias Políticas y de la Administración de la universidad Autónoma de Barcelona.

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