Aprender a someterse
Se escolariza a la gente con el fin de que acepte una sociedad. Con las escuelas-universidades vinieron también los maestros. Antes, cuando los griegos, hubo esclavos que cuidaban a los jóvenes en sus excursiones por la ciudad, disciplinarios encargados de entrenarlos en la práctica de las armas y hombres entendidos que estaban preparados para discutir cuestiones de política, filosofía y ética con ellos. Sólo los disciplinarios sobrevivieron sin mayor distorsión en la institución académica. Disciplinar a los reclutas con el lápiz, en lugar de la espada, no requirió más que un cambio de instrumento y el método resultó tan eficaz como el anterior. Los papeles de cuidador y entendido fueron distorsionados, al ser incorporados a la escuela. El cuidador-esclavo tenía poco que decir acerca del lugar, el tiempo o la actividad: su tarea consistía en mantener a sus encomendados dentro de los límites de la seguridad. El hombre entendido se transformó en su opuesto al colocársele dentro de la escuela.La escuela es un instrumento del Estado y crea la subordina ción a él, y a la creencia en subondad contribuye, en gran inedida, el ritual democrático con su versión escalonada de la sociedad, que endulza el veneno de la jerarquía, al ofrecer la jerarquía del mérito como algo diferente a la jerarquía del dinero o de la cuna. El nuevo disciplinario es hoy el profesor-policía que aplica contundentemente toda la parafernalia a su disposición: exámenes, perros cuidadores y prepotencia del que se sabe inatacable por el arma que siempre puede esgrimir (el suspenso).-ortodoxia letal, en fin-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.