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Negocio muy dulce

Peter Ludwig, hijo de una adinerada familia de Coblenza (República Federal de Alemania), cursó estudios,de Arte en la universidad de Maguncia, pero se hizo rico -o mejor dicho, mucho más rico- con el chocolate. Su fábrica de Aquisgrán figura entre las principales compradoras de cacao del mundo y se ha especializado en la producción de chocolate de gran calidad. Sus exquisitos bombones son cotizadísimos.Ludwig, que tiene también intereses en otras importantes empresas de la RFA y Bélgica, reconoce que dedica bastante tiempo a sus negocios, pero lo suyo, como dice, "es el arte". En la universidad de Maguncia conoció a su esposa, Irene, procedente también de una familia muy rica, y también estudiante de arte. Decidieron dedicar su vida y buena parte de sus ingresos a la creación de una colección artística.

A lo largo de 40 años, los Ludwig han reunido una impresionante colección. El empresario alemán ni sabe el número de obras que tiene y desconoce cuál sería su valor económico global. Sólo para su colección de arte soviético ha adquirido en los últimos años más de 4.000 piezas de artistas contemporáneos; posee una importantísima colección de arte precolombino y otra de op art norteamericano; sus fondos incluyen desde piezas de la antigüedad clásica a lo más significativo del arte contemporáneo norteamericano y europeo, sin olvidar la producción contemporánea de la Europa del Este.

Ludwig ha creado estas colecciones con mucho trabajo, intuición y suerte, para que de alguna manera reviertan en la sociedad. Así ha impulsado tres fundaciones (la Fundación Austríaca Ludwig, en Viena; la Ludwig Foundation for the International Art and Entertainement, en Aquisgrán, y la Fundación Ludwig para el Arte de la República Democrática Alemana, en Berlín Este) y ha donado fondos tan importantes a museos de Basilea, Aquisgrán, Colonia, Oberhauen (RDA) y Budapest que éstos han tomado su nombre.

En el caso del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, la posible cesión o préstamo pretende, según afirma Ludwig, "tapar los posibles vacíos que tenga el centro". Así funcionó con el Pompidou de París, al que Ludwig prestó una colección de arte contemporáneo europeo y norteamericano hasta que el museo organizó sus propios fondos.

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