Campsa cansa
Tengo un coche que traga gasolina. Mi carne es débil y en invierno se calienta a base de calefacción. Me gusta tanto el calor que me ducho con agua caliente. Y dentro de mis limitaciones culturales, admito que tengo una idea de lo que es una estación de servicio. No gran cosa.Vivo en un mundo civilizado donde Campsa es motor de futuro, pero me parece infame que esta empresa me considere, en su publicidad última, un ejemplo de civilización por el hecho de consumir sus productos, y que, para convencerme de ello, me muestre a un aborigen que tiene la virtud de desplazarse por su mundo a golpe de piernas, no sabe lo que es el calor artificial y no tiene la suerte de consumir a ciegas a cada paso que da.
Si esta empresa decide dar mayor servicio a sus consumidores existen múltiples fórmulas antes de recurrir a una argucia publicitaria tan de baja estofa. Si para convencerme tienen que concederme el grado de hombre civilizado, tengo que decirle a Campsa que nunca he dudado más del signíficado de esta palabra. Cuando veo al aborigen correr por el anuncio o detenido en la página de prensa, le imagino acosado por un puñado de dólares, objeto de una subasta criminal. Desparecerá, con todo lo que significa, el día que le convirtamos entre todos en satisfecho consumidor de Campsa.-
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