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La asistencia ilimitada a un paciente es injusta si los recursos son escasos, según Alan Williams

Milagros Pérez Oliva

La deontología médica ha consagrado el principio ético de que el facultativo debe hacer siempre todo lo posible por su enfermo. Por eso, cuando los gestores sanitarios intentan que el médico participe en las medidas racionalizadoras del gasto sanitario, éste se resiste apelando al derecho de ejercer la libertad clínica; es decir, de prescribir al paciente lo que cree necesario sin tener en cuenta su coste. El profesor Alan Williams, de la universidad de York, derribó ayer dialécticamente este planteamiento en el Congreso Europeo de Economistas de la Salud afirmando que la libertad clínica, cuando los recursos son limitados, es una fuente de injusticia y de arbitrariedad y, en consecuencia, es socialmente rechazable.

El profesor Williams, cuya intervención era esperada con gran interés por los 500 participantes del congreso que se celebra en Barcelona, afirmó que es falsa la pretendida dicotomía entre los objetivos de los médicos y los de los economistas: "El sistema sanitario dispone de más actividades beneficiosas para la salud de la persona de las; que podemos permitirnos. Por eso se plantea la necesidad de que el economista de la salud intervenga con el fin de lograr la máxima eficiencia del servicio. Y los médicos ven esta intervención como una amenaza para su libertad clínica. Pero el médico ha de saber que cuan do ofrece a su paciente asistencia ¡limitada, está privando a otros enfermos de servicios tal vez más necesarios para ellos""Por eso", añadió, "cuando los recursos sanitarios son lin-iitados, lo ético es repartirlos equitativamente. Pensar sólo en el paciente que se tiene delante no es ético, porque no se distribuyen los medios disponi

bles con equidad". El profesor Willianis afirmó que los principíos éticos del código deontológíco médico -preservar la vida, aliviar el dolor, no hacer daño innecesariamente, respetar la autonomía del paciente y tratarlo con justicia- entran a menudo en conflicto con la realidad e incluso entre sí mismos "De hecho, la práctica médica ha reconocido siempre unos lí mites, ya sea porque no se pue den nriovilizar los recursos, ya sea porque el paciente no puede pagar".

Según el profesor Willíams, negarse a tener en cuenta los costes de la asistencia implica por parte del médico, cargar sacrificios. ineludibles sobre las espaldas de otros: "Si no se planifica una distribución equítativa de los medios terapéuticos, el sistema desarrolla sus propios medios de limitación, por ejemplo las listas de espera, que impondrán restricciones injustas y a veces incluso arbitrarias. Por otra parte, la propia actuacíón médica está condicionada por la disponibilidad. concreta de los recursos. De modo que a estas alturas, como dijo el cardiólogo John Hansen, la libertad clínica ha muerto, y si no hubiera muerto habría que degollarla, porque una vez que la sociedad decide, por métodos democráticos, cuáles son los límites de los recursos que hemos de destinar a la salud, lo justo es distribuirlos con criterios de prioridad social. Para ello es preciso aplicar los incentivos necesarios para que el sistema funcione de la forma más eficiente posible. Y desde luego no es en absoluto inmoral tratar de conseguir una mayor eficiencia", concluyó el profesor Willianis.Los incentivos más adecuados para lograrla son el tema central del congreso. Distintas ponencias han puesto de manifiesto que prácticamente todos los modelos sanitarios se están planteando en estos momentos reformas importantes, desde el Servicio Nacional de Salud británíco, el sistema público por excelencia, hasta los, ultraliberales sistemas de seguros que rigen en países como Estados Unidos o la RFA.

El sistema estadounidense, en el que cada persona se procura libremente la cobertura sanitaria pagando directamente a las compañías de seguros, se ha revelado como el más vulnerable a la escasez de recursos desde el punto de vista social. Más de 37 millones de personas -el equivalente de la población española- carecen en estos momentos de cobertura sanítaria porque no pueden pa garla o porque no son aceptadas por las compañías de segu, ros. De modo que el sistema deja sin asistencia precisamente a los segmentos de la población más necesitados de ella.

Reforma en Holanda

En el extremo contrario, el gobierno conservador británico está introduciendo severas medidas de restricción en el Servicio Nacional de Salud y el gobierno holandés se propone aplicar en 1992 tina reforma en profundidad su Seguridad Social para introducir mecanismos de competitividad. El profesor holandés Wynand Van de Ven explicó ayer las líneas generales de la reforma que sustituirá el actual control directo de la administración holandesa sobre la Seguridad Social por un sistema de competencia, pero fuertemente reglamentada para garantizar el reparto equitativo.

Según Van de Ven, existirá un seguro básico al que tendrán derecho todos los ciudadanos, pero podrán concertarlo con distintas compañías aseguradoras, que podrán a su vez contratar los servicios de distintos centros sanitarios. Para garantizar la equidad, las compañías aseguradoras deberán depositar los recursos financieros que recapten de sus clientes en una bolsa común, que les reembolsará dinero, no en función del número de asegurados, sino en función del riesgo que deben cubrir para que no quedan fuera los ancianos o los enfermos crónicos porque gastan más.

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