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Sangre en la Diada

Como a veces los árboles no dejan ver el bosque, resulta que la vida política catalana se halla presidida por constantes refriegas dialécticas.La movilización de juventudes en lugares y momentos clave -la inauguración del estadio ha sido una bien reciente- provoca situaciones que es más que dudoso que contribuyan a mejorar las relaciones entre Cataluña y el resto de España y la imagen de Barcelona en el mundo. El propio presidente de la Generalitat ha confesado, al tercer día de los lamentables pitos que deslucieron el acto, que se sintió incómodo en el palco presidencial.

A la Diada empieza a ocurrirle algo nada bueno para los catalanes. Pero hay un tercio de la jornada que resulta penoso y alarmante. En los últimos años, la expectativa de la Diada es la de los incidentes que puedan producirse. Los ya tradicionales incidentes que siguen a la apropiación callejera de la Diada por los grupos independentistas radicales no dan esa imagen. Y la tendencia se ha visto trágicamente confirniada con el atentado de de Banyoles.

Nadie puede evitar que unos espontáneos silben o unos desconocidos pongan una bomba. Pero cuando los espontáneos están agrupados en organizaciones y los atentados recuerdan trayectorias, hay motivos para inquietarse. No es ésa, ciertamente, la Diada que queremos para el año que viene. No es ésa la mejor manera de conmemorar los 10 años de un Estatut.

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12 de septiembre

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