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Cuestión de estilos

Santiago Segurola

Llegaron los dos equipos cargados de títulos -10 Copas de Europa entre los dos- y de estilo. El fútbol no elige arbitraria...ente a sus mejores hijos. Liverpool y Madrid han protagonizado buena parte de la historia de este juego con objetivos comunes y premisas contrapuestas. Mientras el equipo del Mersey ha construido su leyenda con un sentido colectivista y, paciente del fútbol, el Madrid ha seguido criterios menos soviéticos.Del Madrid siempre se ha temido el ramalazo, la astucia y un sentido intuitivo del juego. Es decir, la magia. Por supuesto las dos escuadras se han administrado por el deseo indeclinable de ganar, virtud muy escasa que define finalmente a los grandes. Pero ésta es materia más espiritual que artística.

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El Madrid cambia su repertorio

Pese a la procedencia opuesta de ambos equipos, el partido de Chamartín presentaba a dos extraños compañeros de viaje. Ahí estaban Liverpool y Real Madrid, dirigidos por Kenny Dalglish y John Toshack, dos alumnos eminentes de Anfield Road. Este pedigrí se advierte enseguida. Toshack quiere que su equipo sea versátil y juegue con concentración y disciplina. Así se consigue que Sanchís sea lateral derecho, tapón, central, escobero, interior y portero, si se le requiriera para la tarea. Lo mismo vale para Chendo, Martín Vázquez y puede que para todos los que vistan la casaca blanca.

Esto de la polivalencia siempre la ha preocupado mucho a Toshack, herencia de su aprendizaje en el Liverpool. En éstas también se encuentra Kenny Dalglish, empeñado en cambiar de posiciones a sus jugadores y de ofrecerles misiones variadísimas durante el partido. La similitud entre los técnicos se adivina en una declarada inclinación a vigilar el área propia y a guardar el bien más preciado del fútbol: la pelota.

El único equipo que está en condiciones de marcar goles es el que está en posesión de la dichosa pelotita. Este es un un pricipio que las dos escuadras cumplen celosamente. El origen común de sus entrenadores enlazaba sorpresivamente a unos equipos que han vivido en las antípodas toda su historia. Sucedió, sin embargo, que las leyes genéticas pueden más que todas las enseñanzas en el vestuario. El Liverpool siempre será serio -aunque la licencia de Grobbelaar en la porteria parezca desdecirlo- y cumplidor; el Madrid tendrá chispa y genio. Esto es tan cierto como que Hugo es moreno y ágil.

Al final, la mayor diferencia termina por establecerla el código de nacimiento, como pudo comprobarse en el segundo gol del Madrid. Un futbolista del Liverpool hubiera enfilado al portero contrario, para batirlo con un tiro rápido y seco, una especie de ejecución sobre la marcha. Pero Butragueño no es jugador del Liverpool. Es de Madrí y jugó en los calasancios.

El rubio porta como ninguno la divisa del Madrid. Así que recogió la pelota a la carrera y en lugar de ultimar al entrañable Grobelaar, se entretuvo. Esto de entretenerse es lo que distingue al Madrid y al Liverpool. Butragueño espera, amaga, finta, pone el corazón de la hinchada en la UVI, vigila con el rabillo y pasa a la red. El resultado es una obra de arte. Así de simple.

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