El alineamiento ante la cumbre de Belgrado
EN LA FRONTERA DEL SIGLO XXILa cumbre de los países no alineados que se celebrará en Belgrado deberá afrontar, a 28 años de la creación de ese movimiento, el reto de la modernización de sus posturas y la aceptación de sus nuevos objetivos, señala el autor. Los no alineados pueden ser un factor positivo en el cambio del clima internacional, agrega.En 1961 se celebraba en Belgrado la primera cumbre de países no alineados. Veinticuatro Estados acudían a una convocatoria que para muchos era una cita con la fantasía. Tito, Nehru y Nasser eran los iluminados que, tras la reunión de Brioni (1956), decidían asumir los postulados del, espíritu acuñado en la conferencia afroasiática de Bandung, Desde entonces, los sueños se han materializado en realidades sorprendentes, y sobre todo el escenario mundial ha experimentado una transformación vertiginosa si medimos el proceso en términos históricos. El colonialismo ha sido relegado a la vitrina del pasado. El esquema bipolar del terror nuclear comienza a ser una mala pesadilla. La aceleración histórica nos empuja a traspasar la frontera del siglo XXI.
Postura moral
Sería pueril atribuir todos los méritos de la dinámica de cambio al Movimiento de los No Alineados, que, por otra parte, ha padecido no pocos contratiempos y sinsabores en estos 28 años de agitada existencia. Sin embargo, es difícil negarle una virtud que le ha proporcionado el vigor necesario para su propia supervivencia: el mantenimiento de una postura moral en unas relaciones internacionales en las que imperaban la fuerza y el cinismo. Aunque ciertamente el movimiento también tuvo que superar sus propias contradicciones; como ocurriera en la cumbre de Argel (1973), cuando Cuba y Libia pretendieron ejercer caudillismos al servicio de poderes exteriores. No en balde el movimiento nació del anticolonialismo y tuvo que aprender a vivir en el clima de la guerra fría. Su invocación del neutralismo activo no encerraba sólo el deseo de superar el enfrentamiento entre Washington y Moscú, sino también la aspiración a desempeñar una función pacificadora en una vida internacional atenazada por conflictos armados y por tensiones ideológicas.
El camino ha sido muy largo; pero en la octava cumbre (Harare, 1986) eran ya un centenar los Estados miembros del movimiento, junto a más de 10 países observadores, una decena de Gobiernos invitados y más de 20 organizaciones internacionales, entre las que figuraron las más significativas del sistema de Naciones Unidas. ¿Qué ocurrirá cuando este mes de septiembrese inaugure la novena cumbre de los no alineados?
De Belgrado a Belgrado, de 1961 a 1989, el movimiento se enfrenta a un desafío gigantesco. El escenario internacional ha cambiado radicalmente; los viejos problemas, aquellos que constituyeron la propia esencia del no alineamiento, superados o a punto de serlo, están siendo reemplazados por otros distintos pero de igual o mayor gravedad. La dialéctica Este-Oeste, propiciadora de laguerra fría, se encuentra en trance agónico; el de sarme nuclear y convencional progresa de modo insospechado; ciertos elementos cancerígenos de la vida internacional, desde Angola a Camboya, pasando por Afganistán, están resolviéndose ordenadamente gracias al entendimiento y a la voluntad entre sus protagonistas y al apoyo de las superpotencias. Por lo de más, desde Japón a China se alzan nuevos protagonistas mundiales y nuevas formas de integración, como la de la Europa comunitaria. Esta mutación de la escena internacional no supone en modo alguno que los no alineados deban firmar en Belgrado el acta de defunción del movimiento. Tienen una cita con el futuro: el reto de la modernización del no alineamiento. Dos son los desafíos inmediatos: uno, solucionar las situaciones injustas aún pendientes (Palestina, Suráfrica, Centroamérica, etcétera); otro, propiciar que el Oeste acuda, solidaria o egoístamente, en auxilio de los procesos democratizadores del Este.
La asunción de este reto dual permitiría al Movimiento de los No Alineados movilizar a pueblos y a Gobiernos, junto con las opiniones públicas nacionales, en la consolidación de nuevas pautas de comportamiento en las relaciones internacionales. Lógicamente, el movimiento tiene el compromiso, antes de lanzarse al mundo exterior en esta nuevaempresa, de eliminar en su propio seno los residuos del enfrentamiento Este-Oeste y de no permitir la aparición de fenómenos milenaristas, mesiánicos, al socaire de movimientos espiritualistas con impulsos totalitarios: ni viejos liderazgos ni tampoco nuevos jomeinismos.
Evidentemente, se espera bastante más de la cumbre de Belgrado. Como ha dicho Budimir Loncar, secretario federal para Asuntos Exteriores de Yugoslavia, el desafío global pasa por la democratización de las relaciones internacionales, forma literaria y elegante de aludir a la conflictividad Norte-Sur. Porque tampoco sería bueno pasar del sistema bipolar a un esquema oligárquico, aristocratizante, de la diplomacia mundial. Los Estados más poderosos deberán ser inducidos, por el enfoque realista de todos los demás, que son mayoría, a replantearse racionalmente, más equitativamente, sus actuaciones y sus responsabilidades.
Reto bifronte
El reto, por tanto, es bifronte: modernización del no alineamiento y difusión y aceptación de sus nuevos objetivos. Enunciado que por razones prácticas habrá de reflejarse en un orden del día, en una agenda que movilice a las delegaciones que se reúnan en Belgrado. Los trabajos preparatorios hasta ahora realizados permiten un ejercicio, en absoluto caprichoso, acerca de la temática que se agrupará en esa posible agenda. Los siguientes serían los puntos fundamentales para la modernización del movimiento de los no alineados.
En primer lugar, la afirmación y la convicción de que la paz y la seguridad pasan indefectiblemente por el respeto y el cumplimiento de las normas del Derecho Internacional; tendencia ya acusada con el crecimiento del número de los Estados que admiten la competencia del Tribunal Internacional de Justicia en la solución de sus controversias. En segundo lugar, diseñar una visión dinámica y progresiva del desarme; en otras palabras, instrumentar los mecanismos financieros necesarios para que los recursos liberados por el desarme sean transferidos a las necesidades del desarrollo socioeconómico.
En tercer lugar, preparar un programa eficaz para la defensa del medio ambiente y para la protección del equilibrio ecológico contra las agresiones humanas. En cuarto lugar -y se habrá observado que no se trata de un orden jerárquico-, indefectiblemente deberá abordarse el problema de la deuda externa del Sur. Y no tanto de considerar una solución transitoria de la cuestión, de la adopción de unas medidas de emergencia, sino de marcar las tendencias para el establecimiento de un orden global económico diferente que, al tiempo que libere a los permanentemente deudores, se produzca de tal forma que no introduzca nuevas y más graves distorsiones en los mecanismos de los intercambios económicos mundiales. En este punto, los no alineados abogan por el impulso de la cooperación basada fundamentalmente en procesos multilaterales; la beneficiencia internacional y el bilateralismo pueden resolver situaciones urgentes, pero no entran en el fondo de los mecanismos desiguales.
Otra cuestión, quizá en quinto lugar, que además ofrece una perspectiva global de las relaciones internacionales del futuro, radica en el apoyo y en el fortalecimiento del sistema organizativo mundial y, muy prioritariamente, de la Organización de las Naciones Unidas. Parece reiterativo insistir una y otra vez en la afirmación de que en tiempos de bonanza el papel de la ONU se revaloriza y puede realizar más cumplidamente su tarea primordial en la solución pacífica de conflictos, pero cuando se habla de una institución que ha sido tan insistentemente vituperada, no está demás la repetición. Por lo demás, Belgrado también atenderá, y no como mera cláusula de estilo, a los focos de injusticia y de tensión todavía existentes. Es una cita obligada con unos compromisos pendientes, pocos pero muy lacerantes, de los tiempos de la descolonización.
El anterior boceto de orden del día no debería plantear mayores problemas. Una vez considerada, habrá de encuadrarse en un marco general. la problemática del aquí y del ahora mundiales tiene una construcción global cimentada en cuatro pilares básicos, la clave de bóveda de todo el edificio: paz, seguridad, desarme y distensión. Fortalecidos estos cimientos, se abrirán las puertas a los conflictos económicos y sociales subyacentes. Hoy en día no hay paz sin desarrollo; tampoco habrá justicia económica sin protección y defensa de los derechos humanos, tanto individuales como colectivos.
Lógicamente, podrá argüirse muy legítimamente que toda la exposición anterior no constituye el acervo exclusivo del movimiento de los países no alineados., Estamos en presencia de algo mucho más simple: el boceto de una sociedad internacional diferente. En la construcción de un mundo distinto, o sea, mejor, no caben monopolios, ni tampoco valen protagonismos. Ahora bien, así como en 1961 los no alineados, tildados de idealistas y de soñadores, se dirigían a Washington y a Moscú alertándolos sobre la tragedia de una guerra nuclear que en aquel entonces parecía absolutamente viable y cuya responsabilidad les incumbía, en 1989, de retorno en Belgrado, el movimiento de los no alineados, si lleva a cabo su proceso de modernización doctrinal y política, puede desempeñar una función absolutamente positiva, adelantándose a los tiempos. El reto consiste en fortalecer la distensión y el entendimiento, en situarse en condiciones de traspasar el umbral del siglo XXI en un clima de concordia y desarrollo, superador de desigualdades sociales, económicas y culturales.
El movimiento de no alineados puede ser factor positivo de cambio del clima Internacional y protagonista activo en un medio internacional interdependiente y multilateral.
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