¿Quién teme a la alta definición?
En 1986, la NHK, principal cadena de radiotelevisión japonesa, proponía a la Comisión Consultiva Internacional para las Radiocomunicaciones (CCIR) una norma mundial de televisión de alta definición (TVAD). La propuesta sembró la alerta general en el mundo de la electrónica y del audiovisual: los industriales europeos desarrollaron un proyecto alternativo en el marco del Eureka; se procura atraer a los consumidores mediante eslóganes que les alaban una televisión de alta calidad tecnológica; los cineastas ven en ella el último brazo tentacular de la hidra vídeo. ¿Quiénes son, pues, los que se asustan de una norma que los japoneses presentan como el primer lenguaje universal, es decir, el soporte espiritual de nuestro tiempo, de acuerdo con las palabras de una reciente declaración del director general de la NHK?Los primeros en manifestar su inquietud son los industriales europeos Philips, Thomson y Bosch, dado que los receptores de televisión representan el 25% del mercado de electrónica de gran público, y los europeos aún conservan la mitad o casi de ese mercado, cuando en los restantes tienen que soportar la supremacía de las firmas japonesas. En cuanto a los estadounidenses, sólo cuentan con un fabricante en ese sector: Zenith. El mercado de los televisores es, pues, el último bastión de la industria electrónica europea, el único mercado de gran público mediante el cual amortizar el coste de las investigaciones sobre componentes electrónicos. Sin ese mercado, Europa tendría que limitarse a las órdenes militares y aeroespaciales para tener aún algo que decir en electrónica. Esta apuesta explica la rapidez poco habitual con que nuestros industriales europeos, que sin embargo se hacen la competencia, supieron movilizarse contra la propuesta de la norma japonesa.
Por el contrario, ningún temor por el lado de los consumidores. Además todo está montado como para hacerles creer que la TVAD es ya y ahora. Más allá de los eslóganes de "Alta calidad", "Alta resolución", el televidente terminará por atenerse a lo que ve: gran pantalla, esquinas en ángulo recto, formato rectangular; en cuanto al resto, es un problema de presupuesto. La definición de una imagen es, de todos modos, una noción eminentemente relativa. Sumariamente, se trata de un número de líneas horizontales que barren una pantalla de TV a determinada altura. El estándar actual europeo es de 625 líneas. De modo que el televidente que compra un televisor miniatura con una pantalla de 25 centímetros de alto obtiene una imagen de calidad equivalente a la de un televisor de 50 centímetros barrido por 1.250 líneas, precisamente el número de líneas propuesto por la normativa europea de TVAD. Es así que una simple regla de tres permite confundir el hoy con el mañana.
Pero el televidente podría ser presa de un vértigo aún más angustiante si se le dijera que tiene que equiparse con dos televisores: uno para recibir las emisiones convencionales en 625 líneas y otro para captar las emisiones en TVAD. En efecto, esa hubiera sido la consecuencia directa de la adopción de la norma japonesa: exactamente como si, cuando el paso a la televisión color, hubiera habido que captar por separado las diversas emisoras cada una con un receptor diferente: uno para color y otro para blanco y negro. Al clan europeo poco le costó esgrimir ese espectro del doble equipo para promover su propia norma, compatible con los televisores y las emisiones de hoy.
El argumento europeo es en realidad evolutivo y deja para pasado mañana la TVAD. Antes, y desde este año, los espectadores están invitados a equiparse de un receptor de televisión mejorada, cuya trama de imagen seguirá siendo de 625 líneas. Simplemente que, al estar provisto de un decodificador MAC, ese televisor podrá captar, además de las emisiones convencionales, las retransmisiones por satélite TDF1 (o cualquier otro que utilice la misma norma de transmisión). La imagen de ese televisor se enriquecerá por las dos mejoras siguientes:
- Su formato podrá ser rectangular como el cinemascope, pero sin las dos franjas negras arriba y abajo, puesto que la pantalla será fabricada con esa misma proporción.
- La estructura de la imagen también será mejor gracias a una memoria de trama que permitirá barrer las 625 líneas de la pantalla de un trazo y no como ahora, en dos pasos: las líneas pares y luego las impares, lo que crea el característico parpadeo de la imagen de televisión.
En resumidas cuentas, ese televisor proporcionará en 625 líneas una imagen que gozará ya de los caracteres más visibles de la imagen de alta definición, en particular el formato rectangular. Pero sobre todo, y esto es lo que más debería tranquilizar al televidente, ese aparato de mañana permitirá captar tanto las emisiones de hoy como las de pasado mañana, es decir, las verdaderas emisiones TVAD con sus 1.250 líneas. La evolución progresiva y compatible se impone, pues, como una necesidad de sentido común, sobre todo después de que las autoridades estadounidenses, es decir la Comisión Federal de Comunicación (FCC) lo estableció como condición inapelable de toda difusión en TVAD en su territorio. Los televidentes pueden, pues, quedar tranquilos: la TVAD no perturbará su sueño catódico.
Quedan los profesionales del cine, cuya película fotosensible parece que irá quedando relegada a los archivos a medida que vayan mejorando las técnicas de vídeo. Sin embargo, no hay más remedio que constatar que cada vez se ruedan más programas en película. En Francia, 1988 ha sido un año récord para la venta de negativos de película de 35 milímetros, y esto debido especialmente a la televisión. Tampoco los productores de Dallas se equivocaron: el filme será, aún por mucho tiempo, el mejor soporte de rodaje, puesto que su definición equivale a más de 2.000 líneas vídeo; dos veces mejor, por tanto, que todas las proposiciones de normas de la TVAD. Luego del rodaje, en posproducción, las reglas de administración que atañen al vídeo son bastante más pesadas que las tijeras y pegamentos del montaje del filme. Además, en esa etapa, el soporte que se impondrá no va a ser, por cierto, la cinta magnética, sino el disco duro. Eso es lo que está en juego en las investigaciones llevadas a cabo en Grenoble con Jean-Pierre Beauviala y Ias cámaras Aaton. Las imágenes rodadas en soporte película son codificadas una a una, luego filmadas por una cámara de vídeo, en telecine, como los filmes difundidos por la televisión; de inmediato se registra su señal en forma binaria en un ordenador. Y allí ya no hay más problemas, pues la cabeza de lectura permite acceder a las imágenes de acuerdo al eslabonamiento deseado, sin necesidad de volver a registrarlas en un orden correspondiente. Es, pues, posible modificar a voluntad un primer montaje y lograr varias versiones de un mismo conjunto de planos de rodaje. Más aún, se podrá efectuar o preparar cierto número de trucajes simultáneamente con el rodaje. Luego, una vez terminado éste, se volverá al negativo de 35 milímetros, cuyas imágenes quedarán definitivamente ensambladas de acuerdo a su número de código y en el orden que se haya elegido con la cabeza de lectura sobre el disco duro. Semejante sistema aliará, pues, el grano de la película química a los montajes complejos sobre el ordenador. Después de eso el filme podrá ser proyectado en salas o difundido en televisión de alta definición. ¿A qué debemos temer?
Bernard Cache es arquitecto y economista francés.
Traductor: Jorge Onetti.
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